La fundación, que se dedica a potenciar la figura y obra de Max Aub, celebrará durante todo un año dos aniversarios: sus 25 años de actividad y los 50 del fallecimiento del escritor criado en València
VALÈNCIA.- Es la calle San Antonio, en Segorbe. Un callejón angosto con casitas sencillas y modestas, cuyos residentes —quizá sin saberlo— custodian un importante patrimonio cultural que salvaguarda un inmueble austero con el número 11 que una placa identifica como propiedad del Ayuntamiento. A simple vista es un edificio antiguo, conservado, con una puerta grande de madera y un balcón estrecho del cual sobresalen las banderas de España y de la Comunitat Valenciana. Nadie se imagina que en el interior hay un importante legado cultural: el abundante archivo personal del escritor francés, español y hasta mexicano —por naturalización— Max Aub, así como su amplia biblioteca y hemeroteca.
Todo traído desde México, hace años, como un reconocimiento a un escritor universal que quizá en su tiempo era conocido en ciertos círculos intelectuales, pero no en la dimensión actual de España. Hasta que surgió la Fundación Max Aub, que se ha encargado de difundir y potenciar su figura y su obra, y que en coordinación con los patronos y miembros del patronato, ha diseñado un amplio programa conmemorativo para celebrar, este año, veinticinco de su creación y cincuenta del fallecimiento del escritor.
En el interior del inmueble se encuentra la sede. De sus paredes cuelgan grandes fotografías de Max Aub en diferentes momentos de su vida y en algún espacio o rincón se divisan sus libros. En la planta baja hay una sala que, para sorpresa de conocedores y no tan conocedores de la obra de este autor nacido en París el 2 de junio de 1903, alberga su amplio patrimonio bibliográfico y documental. La biblioteca, con diez mil volúmenes de los siglos XIX y XX en español, inglés, francés y alemán —dado que el escritor hablaba varios idiomas y era un gran lector—, entre los cuales hay diccionarios y hasta enciclopedias.
La hemeroteca personal, que reúne más de tres mil piezas con documentos, revistas y recortes de periódicos, y —para mayor sorpresa— el abundante archivo personal del autor de La gallina ciega, que contiene desde libretas con apuntes escritos de su puño y letra, hasta fotografías, cintas, discos, carteles cinematográficos y libros, además de una gran cantidad de cajas que celosamente guardan otro gran tesoro entre el gran tesoro: diez mil cartas que intercambió con amigos, políticos, escritores, artistas, intelectuales y demás.
Sin duda alguna, una variedad de documentos reunidos y organizados casi metódicamente durante toda una vida, quizá con la intención de dejarlo como su legado personal. En esto coincide María José Calpe Martín, encargada del archivo, quien ha dedicado casi treinta años de trabajo a leer, catalogar y organizar el enorme patrimonio del escritor fallecido el 22 de junio de 1972 en México, donde se había exiliado treinta años antes. Una intensa labor también compartida con la que sigue haciendo Paco Tortajada Agustí, director gerente de la entidad desde 2009 y miembro de la fundación desde que esta se creó en agosto de 1997. Ambos han visto crecer y evolucionar la institución durante 25 años y ahora participan en el programa conmemorativo que se inicia el próximo 1 de julio y que culminará el mismo día de 2023.
Obras de teatro, mesas redondas, jornadas literarias, exposiciones, actividades de fomento a la lectura y publicaciones de libros son algunas de las acciones que contempla el programa para recordar a quien fuera escritor, periodista, guionista de cine, traductor y adaptador. Todo ello con el apoyo y organización de los patronos de la fundación: Presidencia de la Generalitat Valenciana, Ministerio de Cultura, las diputaciones de Castellón y Valencia, la Conselleria de Cultura, el Ayuntamiento de Segorbe, la Fundación Bancaja y la familia Aub.
Obras de teatro, mesas redondas, jornadas literarias, exposiciones, actividades de fomento a la lectura y publicaciones de libros son algunas de las acciones que contempla el programa para recordar a quien fuera escritor, periodista, guionista de cine, traductor y adaptador. Todo ello con el apoyo y organización de los patronos de la fundación: Presidencia de la Generalitat Valenciana, Ministerio de Cultura, las diputaciones de Castellón y Valencia, la Conselleria de Cultura, el Ayuntamiento de Segorbe, la Fundación Bancaja y la familia Aub.
Desligar al autor de El laberinto mágico —considerada su obra cumbre— de los tres países que tuvieron que ver con su vida es imposible. En Francia nació, en España creció y en México se exilió en 1942, hasta que falleció. Por eso estarán presentes en el homenaje. Y qué mejor manera de iniciarlo que con teatro, ese género con el que el escritor se identificó tanto. «Max Aub siempre lo había dicho: él quería ser hombre de teatro, quería ser un escritor dedicado a desarrollar este género, pero la Guerra Civil lo llevó a contar en obras literarias lo que se vivía entonces», afirma el director de la fundación.
El directivo no duda en aceptar que aunque Max Aub fue conocido en determinados círculos intelectuales españoles, acabó siendo más distinguido y reconocido en México y América, por eso la fundación, desde que se creó, ha trabajado intensamente en impulsar su figura y obra. Prueba de ello es que puntualmente recibe a universitarios e investigadores, tanto de España como del extranjero, que siguen estudiando al escritor y acuden a consultar material, o lo hacen a través de la intranet de la institución. Estos trabajos acaban publicándose, como sucede con libros o tesis doctorales sobre su figura, así como las mismas publicaciones que edita la fundación. Todo se suma a la gran biblioteca que perteneció a quien hizo célebre la frase: «Uno es de donde se hace el Bachillerato».
Qué diferencia de cuando, sin éxito alguno, Aub, hijo de alemán y de francesa, enviaba obras para que se publicaran en España. La inspección de libros las censuraba. Aun así, desde su exilio y con ayuda de españoles conocidos, intentaba hacer revistas en las que daba a conocer sus libros. Su interés porque lo leyeran era grande. Por eso la fundación sigue fomentando la lectura de sus obras y en este homenaje lo hará con el proyecto Cincuenta años después: leer Max —jugando con los términos ‘‘más’’ y ‘‘Max’’—. Busca llevar su literatura a todos los grupos sociales de la población, desde alumnos de Primaria hasta jubilados. Además, esta iniciativa se extenderá a comunidades como Navarra, Castilla La Mancha y la Valenciana, que tienen gran actividad en los clubes de lectura de sus bibliotecas. Y dado que su obra puede resultar densa a cierta edad, los organizadores publicarán un libro ilustrado en formato de cuento, para que estudiantes de Primaria y Secundaria conozcan su vida a través de dibujos.
Nunca será tarde para que Max Aub vaya sumando más lectores, aun cuando su «entrada literaria» en el país —por así decirlo— se dio más en los años ochenta. «Cuando llega la democracia empezaron a entrar sus libros, sus trabajos, sus investigaciones, pero no se conocía su vida real ni todo lo que había trabajado», explica Tortajada, quien señala que es a finales de los ochenta cuando empieza a introducirse más en el mundo literario cultural de España. «Pero creo que cuando surge la fundación es cuando (el escritor) da el salto en el trampolín. La entidad empieza a publicar y editar libros de él. A darlo a conocer más. Luego, en 2003, vino el centenario de su natalicio, que fue espléndido y glorioso para dar a conocer a Max desde México, desde París... ¡Hemos empujado bastante bien!».
No en vano en diciembre de 2021 la fundación fue distinguida con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Y a esto se suma la gran respuesta que sigue teniendo la convocatoria del Premio Internacional de Cuentos Max Aub, que va por su edición número 36. Al menos unos 27.000 cuentos, procedentes de más de sesenta países, habrán pasado por el certamen que otorga seis mil euros al Premio Internacional y ochocientos al Premio Comarcal que está dirigido a residentes o vinculados a la Comarca del Alto Palancia. Y es que la figura del autor es muy apreciada en esa región, concretamente en Viver, donde veraneó con su familia en 1935. De hecho ahí empieza El laberinto mágico y su nombre aparece varias veces en la obra. Esto es motivo para que una calle de la población lleve su nombre y que este mes de junio se descubra una placa en su honor por haber participado en la película Sierra de Teruel, con cuyo guión colaboró para André Malraux en lo que era una adaptación de la novela L’espoir donde que el escritor francés abordaba la famosa batalla de la Guerra Civil que lleva el nombre de esta población aragonesa.
Max Aub, cuyo segundo apellido era Mohrenwitz, de origen judío y que prefirió omitirlo como autor, dados los difíciles tiempos que corrían, cultivó los géneros de narrativa, teatro, poesía y ensayo, y aun cuando hablaba varios idiomas, siempre escribió en español. Era creativo, talentoso y muy metódico. Al menos así lo refleja María José Calpe, quien, como responsable del archivo, conoce el material «al revés y al derecho» de tanto que lo ha leído, estudiado y organizado, aun cuando no conocía del todo su obra cuando empezó. Por eso no duda en expresar: «Yo siempre digo que Segorbe y los segorbinos debemos estar muy contentos y orgullosos de tener esto aquí, porque realmente tenemos un patrimonio incomparable».
Tanto Calpe como Tortajada cuentan que en 1982 empezó a proyectarse la idea de adquirir el material, pero no fue realidad hasta 1988, cuando un grupo de políticos viajó a México para entrevistarse con la familia, negociar la compra y conocer el patrimonio documental de Aub, que les sorprendió por su magnitiud. A su regreso decidieron enviar al entonces archivero del Ayuntamiento de Segorbe para que conociera el legado y lo organizara para su transporte en barco. El traslado se produjo en 1991, cuando el legado llegó a España en una gran cantidad de cajas que luego trasladaron a Segorbe, donde poco a poco se fueron abriendo y organizando en los diferentes sitios en que estuvo la fundación antes de la sede definitiva de la calle San Antonio.
La familia solo pidió diez millones de pesetas por la biblioteca con los diez mil volúmenes, que hoy en día corresponden a 60 mil euros. «Fue barato —reconoce Tortajada—, porque es simbólico y solo se valoró la biblioteca. Hoy en día evaluar un manuscrito de él no tendría precio». Mientras, María José Calpe recuerda que la familia quería vender la biblioteca porque le ocupaba mucho espacio en el piso, ya que incluso el escritor «tenía estanterías con libros hasta en el cuarto de aseo», y fue su viuda, Perpetua ‘Peua’ Barjau Martín, la que donó el resto del material personal. Aun así, la biblioteca «no se toca, solo se enseña», aclara el director, quien agrega que los libros se usan para exposiciones e investigaciones.
En el legado cultural hay verdaderos tesoros, como un libro de la primera edición de Canto general, del nobel de Literatura Pablo Neruda, publicado por primera vez en México, con una ilustración del muralista Diego Rivera, así como un poema escrito a mano por Max titulado Al pintor mexicano, David Alfaro Siqueiros, en prisión. Y, por supuesto, una gran cantidad de cintas que contienen entrevistas que el escritor hizo a Luis Buñuel durante su primer regreso a España en 1969, luego de treinta años de exilio, para encontrarse con el cineasta y conocidos de este, como parte de un trabajo que reflejó en el libro póstumo Conversaciones con Luis Buñuel. Pasó tres meses en España que plasmó con crudeza en La gallina ciega. Curiosamente el fondo fotográfico de Max Aub no es amplio. En el legado no había nada y lo poco que hay está en un álbum gracias a que fue donado por su hija Elena, así como unas ediciones que no iban en el grueso de la biblioteca y las cintas.
Aub nunca olvidó de su tierra adoptiva, pese a convertirse en un escritor universal que viajó por Estados Unidos y Europa a mediados de los cincuenta —sin poder entrar todavía en España— impartiendo conferencias sobre cultura, literatura, política y desarrollando su actividad literaria, periodística y cineasta. Se sentía más español que francés, dado que a los once años su familia lo trajo a València, cuando emigró de París. «La Guerra Civil marcó a Max Aub a la hora de escribir, pues de ser un escritor vanguardista, que todo lo escribía en plan directo pero con una característica sencilla para que la gente lo entendiense: bucólico, pasó a ser un escritor cronista, a contar lo que había ocurrido a través de la literatura testimonial», explica Tortajada. Por eso cuando se lee su obra se percibe una España añorada, escrita desde la nostalgia y el dolor. Volvió a España una segunda vez, de visita, en 1971.
Max Aub sigue vivo en este país, gracias a la fundación, que dentro del programa conmemorativo acercará a los ciudadanos a conocer su legado, con visitas guiadas al archivo y a las instalaciones todos los viernes desde el próximo 1 de julio hasta el 30 de junio de 2023.
* Este artículo se publicó íntegramente en el número 92 (junio 2022) de la revista Plaza
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