En 1988 el Impiva promovió una exposición que recogía diez años de trayectoria del diseñador Xavier Mariscal. Una muestra que hoy en día es recordada como un hito del diseño en la ciudad
VALÈNCIA.- El diseño desarrollado en la Comunitat Valenciana contó a lo largo de la década de los 80 con un decidido apoyo por parte de distintos organismos públicos. Uno de ellos fue el IPI (Instituto de Promoción Industrial), nacido en el seno de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Valencia, y encabezado por José María del Rivero. Gran parte de la labor de difusión e investigación del IPI en materia de diseño fue recogida posteriormente por el Impiva, ente que contribuyó a la promoción del sector del diseño de manera decisiva a través de diferentes acciones, como los premios Valencia Innovación.
Estos galardones, que reconocían el trabajo de profesionales y empresas que aplicaban no solo el diseño sino también la innovación en sus procesos, tuvieron su reflejo en actividades paralelas como los pabellones que albergaron los premios de Diseño y Moda en la plaza del Ayuntamiento y Ateneo durante los años 1985 y 1986. Dos de los autores que contribuyeron a levantar estos pabellones, José Juan Belda y Carlos Bento, coincidieron en otra actividad paralela que en el año 88 se insertó dentro de la programación de los premios Valencia Innovación.
La actividad en cuestión reunió el amplísimo volumen de obra creada en los últimos diez años (1978-1988) por el diseñador valenciano Xavi Mariscal, quien llevaba ya un tiempo asentado en Barcelona. En cierta manera, la exposición 100 años con Mariscal, inaugurada en noviembre de 1988, buscaba reivindicar el nexo de Mariscal con la ciudad, a través de una muestra para la que se escogió la Llotja de la Seda como espacio expositivo.
Andrés García Reche se encontraba en aquel momento al frente de la Conselleria de Industria, de la que dependía el Impiva. «Desde Industria se apoyó el diseño de manera decidida; era un factor estratégico en el ámbito de la empresa», recuerda Reche. «En aquel momento la Comunitat Valenciana ya era relevante a escala nacional en materia de diseño y pensamos que promover esta exposición serviría para dar un reconocimiento merecido a un talento como el de Mariscal y, al mismo tiempo, asociar su nombre a la ciudad, que pasara a formar parte del movimiento del diseño en la Comunitat Valenciana. Se trataba de revindicar la conexión de Mariscal con la escena valenciana del diseño».
«Tuvimos que buscar soluciones creativas que iban más allá de la mera fotografía de catálogo, como crear composiciones con cuatro o cinco invitaciones diseñadas para diferentes actos»
La exposición se instaló en una Llotja de Mercaders que a lo largo de los años 80 se había convertido en escenario habitual para muestras de diferente índole. La dedicada a Mariscal reunió un vasto corpus de expresiones artísticas como cómic, escultura, mobiliario, cerámica, monumentos falleros e incluso un vídeo dirigido por el realizador publicitario Eduardo McLean en el que se versionaba el bolero Toda una vida, de Antonio Machín.
El diseñador José Juan Belda fue el responsable de crear el diseño expositivo en el salón columnario de la Llotja. Para conocer más de cerca el trabajo de Belda para la muestra es imprescindible acercarse al libro José Juan Belda, objectes i espais, escrito por Javier Gimeno Martínez y publicado por la Universitat Jaume I en la colección Dissenyadors valencians.
La estructura planteada por Belda respetó la distribución interior de la Llotja. Así, Belda propuso una nave central y dos naves laterales divididas en dos alturas, cuyo piso superior estaba retranqueado. La altura superior era accesible mediante una escalera colocada al fondo de la nave central. El diseño expositivo realizado por Belda servía tanto para dividir los contenidos de la exposición como para facilitar al visitante —las previsiones de público se quedaron cortas— un recorrido sencillo para ver la muestra.
El periodista Manuel García recogió en el reportaje Los nuevos creadores descubren al mundo el arte de la Comunidad (revista Tribuna, 1989), declaraciones de José Juan Belda respecto de la exposición: «No me dio miedo disponer de un espacio como la Llotja a la hora de montar 100 años con Mariscal. Sabía que era una exposición de paso. Hice un montaje neutro, ya que la obra de Mariscal funcionaba por si misma». Casualmente, este proyecto de exposición no fue el único que unió en la ciudad de València los nombres de Mariscal y Belda, ya que ambos participaron —gráfica y diseño de interior, respectivamente— en la desaparecida y recordada tienda Agua de Limón.
La estructura creada por Belda se emplearía posteriormente en una nueva exposición para la Llotja aunque la temática no tendría absolutamente nada en común: La fruita daurada, 750 anys amb taronges. La relación de Belda con espacios similares continuaría en el año 2000 con el proyecto de showroom creado para celebrar los 25 años de la compañía Santa&Cole, emplazado en una iglesia ubicada en la plaza de Mossén Sorell de València.
Al igual que sucedió en los pabellones proyectados para la plaza del Ayuntamiento y Ateneo, el arquitecto Carlos Bento —miembro también del colectivo La Nave— fue el encargado de realizar los cálculos de estructuras: «la Llotja no disponía de espacio suficiente para albergar todo el contenido que se quiso incluir en esa exposición, por lo que José Juan pensó en una estructura en dos alturas con la dificultad añadida de que debía ser exenta. No podíamos tocar ni columnas ni paredes. José Juan dudaba de la resistencia de la estructura, pero afortunadamente soportó el peso de todo el público que acudió, que sobrepasó las expectativas iniciales». Todos los componentes de La Nave recibieron una carta manuscrita a mano por el propio Mariscal que incluía una invitación para visitar la muestra.
Tan amplio como la propia muestra —comisariada por el artista plástico Carmelo Hernando— fue el catálogo, del que se editaron dos versiones —portada en blanco y dorado— que recogió los más de 225 proyectos, fotografiados por Enrique Carrazoni, quien ya había colaborado con el Impiva en anteriores proyectos. El material enviado por Mariscal llegaba al almacén de Efecto en Alboraya, compañía de Carrazoni, donde se realizó el grueso del trabajo de fotografía. «En el caso de la exposición 100 años con Mariscal —rememora el fotógrafo valenciano— tuvimos que buscar soluciones creativas que iban más allá de la mera fotografía de catálogo. Por ejemplo, crear composiciones con cuatro o cinco invitaciones diseñadas por Mariscal para diferentes actos. Recuerdo que Juli Capella —uno de los principales difusores del diseño en España— me comentó que había conseguido dotar de identidad estética a un trabajo en el que contaba únicamente con materiales al uso».
Carrazoni apunta también el escaso tiempo con el que contó para fotografiar todo aquel ingente material que llegaba a través de personal del estudio Mariscal —carpetas de dibujos— o mediante camiones cargados con piezas de mobiliario. «Los tiempos fueron muy ajustados, apenas dos o tres meses. Iba con el culo apretado porque, además, me desplacé a Madrid y Barcelona para fotografiar proyectos que Xavi había realizado en esas ciudades, como la fachada de una entidad bancaria. Una foto para la que empleé muchísimo tiempo. Es curioso, porque el matiz que había buscado durante horas para esa imagen es justo lo que no gustó a Mariscal. Así que le dije a Xavi que, si de 225 imágenes solo estaba disconforme con una, para mí era todo un halago».
El artista fallero Manolo Martín también estuvo representado en la exposición a través de dos proyectos. La réplica de la gamba —«una cigala, en realidad»— ubicada en el Moll de la Fusta de Barcelona, de la que guardaba el molde y que se reprodujo para la ocasión, y una pequeña falla en la que distintos edificios emblemáticos de València pasaban por el túrmix creativo de Mariscal. Manolo Martín Jr. recuerda al respecto que «esa fallita fue coetánea al encargo de la gamba de Moll de la Fusta. En aquel tiempo no había poliestireno expandido, así que se realizó toda en cartón, sin moldes. Xavi la hizo por pura diversión durante las visitas al taller. Todavía la guardamos y en algunas ocasiones la hemos cedido para diferentes actos».
«No me dio miedo disponer de un espacio como la Llotja. Sabía que era una exposición de paso. Hice un montaje neutro, ya que la obra de Mariscal funcionaba por sí misma», explica el diseñador José Juan Belda
Tal y como apuntaba José Juan Belda en sus declaraciones a Tribuna, la muestra dedicada a Mariscal viajaría posteriormente a otro destino. Durante los meses de junio y julio de 1989, el contenido sería volcado en las bodegas de un barco mercante atracado en el Moll de la Fusta. El carguero era el Rey Fabila, de 120 metros de eslora, que fue remolcado desde Málaga a Barcelona. El proyecto expositivo, que en su escala catalana pasó a llamarse Cent anys a Barcelona, fue desarrollado por los arquitectos Dani Freixes, Vicent Miranda, Eulàlia González y Pep Anglí. Como curiosidad, hay que destacar que la compañía IBM cedió para la ocasión treinta ordenadores para que los visitantes pudieran interactuar empleando diseños sencillos realizados por Mariscal, como viñetas de los Garriris (que publicaba El Víbora) o textos basados en tipografías creadas por el premio nacional de Diseño. La versión marinera de la exposición mereció el premio FAD en la categoría de Espacios Efímeros.
La muestra ubicada en la Llotja de la Seda fue todo un éxito de público. Entre los visitantes se encontraban jóvenes profesionales que posteriormente hicieron carrera en el diseño. Uno de ellos fue Boke Bazán, que por entonces andaba inmerso en el ámbito de las Bellas Artes: «Era un contexto atípico para una exposición de esas características» —apunta Bazán—. Recuerdo la variedad de soportes para una verdadera explosión creativa. En aquella muestra se difuminaban las fronteras entre las distintas disciplinas. Allí me di cuenta de que trabajar en el cómic o el diseño era posible. Una posibilidad cierta que se dejaba ver a través de Mariscal, un perfil de creador libre y transversal».
Otra de las profesionales que visitaron la Llotja de Mercaders fue Lina Vila, para quien la muestra 100 años con Mariscal supuso un «verdadero descubrimiento», tal y como recuerda esta diseñadora. «Aquella exposición fue una inspiración para desarrollar mi propio proyecto profesional. Supuso el reconocimiento personal acerca de poder vivir del diseño y la ilustración. Pese a que Xavier Mariscal ya era un diseñador consolidado, su lenguaje seguía siendo fresco y la muestra significó una apertura, pero también un recordatorio del momento de auge que por entonces vivía el diseño en València».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 85 (noviembre 2021) de la revista Plaza