CRÍTICA DE CINE

'Lo carga el diablo': los fantasmas nunca mueren

20/06/2024 - 

VALÈNCIA. Hay quien, para despejarse por las mañanas, decide comenzar su día con un café. Una bebida aparentemente simple que esconde toda una estela de decisiones tras ella: ¿de máquina o de cafetera italiana? ¿con leche de origen vegetal o animal? ¿frío o caliente? ¿en taza o en vaso? ¿con o sin azúcar? Una infinidad de opciones capaz de bloquear a una persona recién levantada que necesita (precisamente) cafeína. Una pescadilla que se muerde la cola. 

Si el café se pide en España, y en la calle, hay que ir con las decisiones tomadas de casa. En el caso de querer endulzarlo -otra decisión más-, el café puede venir acompañado de un azucarillo, un pequeño sobre que en su reverso suele llevar una frase motivacional para que quien lo toma pueda afrontar el día con energía. Estas frases suelen estar escritas por fantasmas, grandes autores que ya no están entre nosotros y que dejan su legado a una compañía azucarera para motivar a los consumidores. 

Depende del día el consejo puede provocar risa o desazón, y en según que casos reflexiones. “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”, señala un sobre supuestamente escrito por Miguel de Cervantes, un fantasma de la literatura que revive ahora en un reverso. Su frase se puede camuflar entre otras menos elaboradas, como puede ser “Si la vida te da limones, haz limonada”, de autoría desconocida, tras la que seguramente se encuentre una persona cualquiera. Alguien como Tristán -o Tristoncio, como le llaman sus familiares-, un escritor frustrado que trabaja haciendo frases para azucarillos y cuya vida da un giro de 180º cuando recibe un sobre con la última voluntad de su hermano conflictivo, Simón, del que no sabe nada desde hace 10 años.

Esta es la premisa de Lo carga el diablola ópera prima del director valenciano Guillermo Polo, que propone un viaje emocional para el espectador sin moverse de la butaca. Y bien, ¿qué dice el sobre? En este se le pide a Tristán -interpretado por Pablo Molinero- que traslade el cuerpo congelado de su hermano desde Asturias hasta Benidorm para cumplir su última voluntad en vida: ser enterrado en la casa donde crecieron juntos. El incentivo es un premio de 20.000 euros al llegar al destino, con el que Tristán se imagina autoeditando su primera novela. Cargado de nervios, con un cadáver en el maletero, muchos hielos -a veces, marca Polo- y un perro desconocido, Tristán se dispone a embarcarse en un viaje de más de ocho horas en el que le cambiará la vida. 

En esta película, con planos tarantinescos, se repite el formato road movie con el que el hermano de Guillermo, Javi Polo, ya experimentó en su largometraje The Mystery of Pink Flamingos: la carretera se convierte en un escenario ideal para conocerse a lo largo del camino. Con motivo de generar un viaje de autodescubrimiento, Guillermo Polo va poniendo a Tristán todo tipo de dificultades a lo largo de más de 900 kilómetros entre carreteras mal asfaltadas.

Entre ellas, una mujer paranoica -interpretada por Antonia San Juan- que le persigue para recuperar el dinero que su hermano le debe a su "jefe", seguramente por negocios relacionados con drogas. Acompañada por su padre demente, se ve obligada a rastrear el coche para seguir la pista hasta Simón a lo largo de carreteras secundarias donde el desabastecimiento de hielos supone una dificultad añadida. Tristán, que es tan malo escribiendo frases para azucarillos como para trasladar un muerto, viva a contrarreloj la misión que hasta el mismo diablo cargaría mejor. En el viaje huye de sí mismo, de su jefa -interpretada por Itziar Castro- que le considera un inútil y también de sus traumas creativos. 


Para más inri, una adolescente adicta a las raves, Álex -interpretada por Mero González- se suma al coche de Tristán, resultando ser una muy buena acompañante para alguien muy inexperto en camuflar los ilegales motivos de su viaje. Entre controles policiales, moteles de carretera y bastante sangre, ambos van descubriendo de lo que huyen realmente, una reflexión que les empuja a varios conflictos durante el viaje.

Con València, Teruel, Soria, Tenerife y Benidorm de telón de fondo, Polo construye una fábula psicodélica en la que la risa y el llanto van muy de la mano, y en la que ni los muertos pueden quedarse callados. Ahondando en los conflictos amorosos, ya sean entre familiares o amigos, retrata a sus protagonistas que más que el dinero acaban buscando la tranquilidad con ellos mismos. Para encontrarla tienen que conversar, viajar a mundos de psicodelia, y aguantar muchas horas de conversación forzosa en el coche, con un objetivo que se va desdibujando conforme avanza la película.

A lo largo de casi dos horas el espectador va desenredando los relatos de Simón, Álex y Tristán, a quienes les haría falta un libro entero para compartir su historia. También les haría falta un buen café, que si se tomara en la calle iría con un azucarillo en el que se podría leer: “Solo se vive una vez, pero si lo haces bien una es suficiente”, una frase por la que merecería la pena guardarse un sobre, ya sea para un bajón de azúcar o para "darse un mimo" leyéndola. 

Aunque, si no hay azúcar, lo más dulce es tomar café ya preparado, algo que puede hacerse desde la soledad y hasta en la distancia. Para eso se necesita a alguien que madrugue un poco, prepare una cafetera y la deje medio llena para que el siguiente pueda disfrutarla, hasta separados. Una cafetera que, con suerte, aún se mantendrá caliente y dejará salir un fantasma de humo por su apertura, como si de un genio se tratara. La "lámpara mágica" llevará también inscrita la frase "puedes coger siempre", o mejor dicho: "todo lo mío es tuyo". Una buena frase para un azucarillo, ¿estará ya escrita por alguna pareja de hermanos?

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