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Jorge Lawerta: «La nostalgia es clave en mi visión del fútbol»

| 12/06/2019 | 7 min, 24 seg

VALÈNCIA.-El ilustrador valenciano Jorge Lawerta no teme encasillarse en una temática en la que se mueve como pez en el agua. Como botón de muestra, las ilustraciones realizadas para el programa Assumptes interns de À Punt Mèdia, en el que muestra su faceta menos futbolística para jugar con el folcklore valenciano.

— ¿Eres un ilustrador al que le hubiera gustado ser futbolista?

— Creo que no. De pequeño, como casi todos, tienes ese momento de pensar en ello o soñar. Recuerdo con más precisión entrenar en equipos de baloncesto o fútbol-sala y darme una pereza terrible ir a entrenar o gastar los fines de semana en desplazamientos para jugar en otros colegios.

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—¿De dónde surge tu interés para inclinar la balanza de tus trabajos hacia el ámbito del deporte?

— Cuando decido ser ilustrador y no tengo porfolio. Estaba viviendo en Buenos Aires y empiezo a ilustrar aquellos motivos que tenía en el entorno y me gustaban. Uno de estos leit motiv era el fútbol argentino, con todo el folklore que lo rodea. A partir de ese trabajo, que era completamente personal, surge un encargo para la cadena de televisión ESPN y empiezo a divisar que mi visión del fútbol desde la ilustración puede funcionar. En ese momento es cuando comienzo a trabajar, quizás en exceso, sobre el mundo del balompié a través de distintos proyectos. No es algo buscado desde un principio; los encargos fueron llegando. Algo lógico porque cuando una empresa busca un proyecto gráfico sobre un determinado tema es natural que acabe encontrando al ilustrador que se mueva en ese ámbito, como sucedió en mi caso. Es cierto que al cabo de un tiempo siento un cansancio relativo al trabajar en una única dirección, pero también es cierto que suelo hallar alguna motivación que me inspira de nuevo, como es el Centenario del Valencia CF.

— ¿No corres el riesgo de encasillarte como ilustrador deportivo?

— Sí. Pero tampoco me parece un drama. Si te siguen llamando y sigues desarrollando proyectos, entenderás que tampoco me desagrade. Si me encasillara como ilustrador político, a lo mejor sí que acabaría harto de realizar ilustraciones sobre campañas políticas. 

— Algunos de tus trabajos actualizan aquellos carteles o programas de mano de fútbol de otra época. ¿Es la nostalgia un elemento imprescindible en tus ilustraciones?

— Absolutamente. Se trata del tipo de fútbol que intento representar siempre. Cuando aparece un encargo como el de dibujar a jugadores del Barcelona para una empresa cervecera, no tiene sentido utilizar este factor. Pero en mis ilustraciones personales me encanta hacer referencia al fútbol de principios del siglo XX: el origen de los clubes, jugadores sin estética ni forma física apropiada. A esa época pertenecen carteles cuyo método técnico de producción e impresión limitaba la labor de los ilustradores. Esos carteles, junto con los programas de mano del fútbol inglés que antes comentabas, son grandes referencias.

— La fotografía ha sustituido a la ilustración en muchas publicaciones relativas al deporte. ¿Qué hemos perdido con esto?

— Son completamente compatibles. No creo que se haya ganado ni perdido nada. Actualmente, los clubes necesitan generar una gran cantidad de material visual y para ello la fotografía es funcional. Lo que ocurre en mi opinión es que en el fútbol moderno todos los clubes caminan en la dirección que marcan los grandes equipos como Madrid, Barça o Manchester City. El resto de equipos siguen sus tendencias gráficas y por eso no aprecias grandes diferencias entre los materiales producidos desde un club u otro, pese a las diferencias evidentes en tamaño o presupuesto. Todos juegan con las mismas ideas.

— Pese al presupuesto que manejan estos clubes, no parece que exista una excesiva búsqueda de originalidad a la hora de realizar el material visual.

— Los clubes se manejan hoy en día como las empresas multinacionales que son. Por tanto, disponen de departamentos de Marketing y Comunicación que incluyen un área de diseño gráfico interno. Por tanto, el trabajo de estos profesionales es el que podrían realizar dentro de una multinacional. Cuidan su imagen al máximo. Muchos clubes están en estos momentos rediseñando su marca para que su plasmación en múltiples soportes sea óptima. Seguro que cuando ese escudo se diseñó en su día, respondía a intereses muy distintos. Por otro lado, en estos ‘clubes multinacionales’, el margen de maniobra es muy pequeño porque no quieren cometer un error por pequeño que sea. Todo debe estar acorde al manual corporativo. Al no externalizar ninguna tarea, no hay un punto de vista alternativo. Y por otra parte, encuentras clubes como el Huesca o el Leganés que no tienen nada que perder, que no aspiran a crecer monstruosamente y apuestan por cosas diferentes, con mejor o peor resultado.

— Has colaborado con clubes valencianos como Levante UD y Valencia CF...

— Con el Levante UD comencé a colaborar la temporada que se clasificaron para disputar la Europa League. Fue como el lugar y el momento perfecto. El club tenía ganas de probar soluciones nuevas y a mí me agradaba mucho esta posibilidad, así que podemos decir que fue una afortunada coincidencia. Ese proyecto me sirvió para romper mano y probar cosas que no había hecho hasta ese momento: dorsales, campaña de abonos, merchandising... Hay un lado menos positivo y es la jerarquización. Todas las decisiones deben pasar por una cadena de revisión, lo que resta libertad. Aparte, los presupuestos tan ajustados que se manejan. Debo decir que estos proyectos han tenido más que ver con mi afinidad personal con el fútbol que con una rentabilidad.

— Se habla mucho de la construcción del ‘relato’ de los clubes de fútbol. ¿Tu trabajo en ilustración podría ayudar en el caso de los equipos valencianos a consolidar una identidad gráfica propia?

— Pienso que podría aportar. La labor de ilustradores o diseñadores, al igual que los músicos, como es el caso de Tardor, suma en este sentido. Imagina que en el Nuevo Mestalla se permite que artistas intervengan en los muros. Pasados los años, esas paredes serían un símbolo para el club. La ausencia de estas posibilidades no me llama la atención, porque el club no piensa como un club, lo hace como una empresa. Y a una empresa eso no le aporta nada. Si el Valencia CF fuera otro tipo de club, estas actividades podrían ser interesantes y aprovechables para generar ese relato del que hablamos. En Inglaterra o Argentina es diferente. Allí los clubes tienen la necesidad de nutrirse del arte y el talento que tienen alrededor para construir esa identidad propia. Si el Valencia se abriera a lo que tiene más cerca, seguro que generaría más cultura de club.

Hay que saber llevarlo porque no es fácil estar varios meses sin recibir una llamada

— Dejando de lado el fútbol, uno de tus últimos proyectos es el relacionado con Assumptes interns, de À Punt Mèdia.

— Este proyecto surge a través de una llamada de El Terrat, productora del programa. En aquel momento el programa estaba planteado como un espacio de entretenimiento en el que reírse de la idiosincrasia de los propios valencianos. Me mostraron el tema musical y su intención de jugar con los iconos o topicazos de la cultura e historia valencianas, desde la cassalla hasta la Dama de Elche. Creo que las ilustraciones encajan muy bien con el tono del programa.

—Por último, ¿en qué momento te encuentras dentro de la profesión?

—Llevo trabajando desde 2011 y poco a poco me acostumbro más a esa sensación, que no es propia del ilustrador, sino de cualquier autónomo, de las subidas y bajadas en cuanto a trabajo. Hay que saber llevarlo porque no es fácil estar varios meses sin recibir una llamada. Afortunadamente, hoy en día he llegado a la conclusión de que existe una cierta continuidad y no entro en pánico si en un par de semanas no recibo un correo. Estoy en un momento tranquilo en que me apetece apostar por retos nuevos. Tal vez intervenciones en muros, tal vez trabajar para sectores nuevos, como ilustrar tablas de skate o snowboard. Las sensaciones cambian cada día que me levanto.  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 56 de la revista Plaza

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