Un estudio de la fundación Hay Derecho desnuda las vergüenzas de muchos dirigentes de empresas públicas. Son malos y, además, ocultan su mediocridad
VALÈNCIA. La fundación Hay Derecho presentaba, a principios de junio, El Dedómetro. Un informe que ha evaluado el mérito y la capacidad de los responsables de entidades públicas en la Comunitat Valenciana. Entre las principales conclusiones aparecía que el 53% de sus responsables no aprueban en mérito y capacidad, dos de los requisitos que se presupone, al menos sería lo lógico, que deberían tener los que deberían regir estos puestos. En su lugar, aparecen otros como las vinculaciones políticas. Es una realidad que se conoce desde hace décadas, pero que permanece inalterable salvo honrosas excepciones. Cabe decir que tuvieron a bien analizar el periodo 2012-2022, por lo que la mirada es larga y despojada de partidismos, porque el estudio se realizó sobre tres años de gobierno popular y siete del Botànic.
Preocupante es que haya responsables de gestionar cientos de millones de euros en manos de una persona cuyo gran mérito ha sido, o bien afiliarse a tiempo a un partido o ser simpatizante o amigo de Felipe González o de Eduardo Zaplana, por poner ejemplos de viejos mandamases, aunque y puede parecer mentira, todavía hay quien ha gozado y goza del cariño de los jefes por aquellos hitos.
Altera, también, la razón, que, tal y como cuenta el estudio de la fundación, la transparencia siga dejando huecos, escandalosos, por cubrir en la Administración, con entidades que no publican los currículums de los afortunados altos cargos o que no proporcionen la información que se les solicitaba. Es decir, que se mezclan discrecionalidad y opacidad sin que nadie, ningún partido, le pueda echar en cara al otro que lo del amiguismo es cosa fea, porque todos suelen regirse por esas reglas no escritas.
No quiere decir esto que todos ellos sean unos zoquetes a los que ponen ahí solo por haber sabido colocarse en la foto. Hay excepciones. Pero es un problema estructural que, seguramente, si hubiera altura de miras, visión a largo plazo, sin las ataduras del cortoplacismo político, podríamos estar más tranquilos sobre el perfil de las personas que gestionan lo público, el dinero de todos. Pedir que esto fuera condición esencial para ser nombrado es mucho pedir. Sería, además, un sueño, húmedo, que, recién llegados al Consell, el PP y Vox, mantuvieran en su puesto al director de turno de una empresa o instituto público que, aunque hubiera sido nombrado por el Botànic, hubiera demostrado que, con su trabajo, por impecable, era merecedor de gozar de la continuidad tan necesaria para erradicar la mirada corta. Además, en el demoledor informe de la fundación Hay Derecho se visualiza otro grave problema derivado de lo anteriormente expuesto. La alta rotación de los puestos «cuando para aplicar estrategias a largo plazo se debería permanecer en él», señalan los directores de la fundación. Eso es que una persona que ha estado dirigiendo durante dos años una entidad de gestión de construcción de centros educativos puede acabar a los dos años mandando en plaza de la Conselleria de Agricultura por una crisis de Gobierno.
No solo eso, sino que solo el 10% de los gestores tienen notas superior al ocho o que la media general del mérito y la capacidad es baja y sin mejoras en los últimos años, «salvo en la formación». «En algunos casos estamos condenados a la mediocridad», apuntaba Safira Cantos, directora de la fundación Hay Derecho en una entrevista de Plaza Podcast. Y es que, como apuntaba Cantos, «muchas veces, prima el carnet de partido, en algunos casos, se usan los puestos en empresas públicas para la colocación de amigos políticos».
Todo esto afecta a la calidad de la democracia. Y lo que se nos puede venir encima con los, anteriormente citados, recién llegados al Consell. Solo hace falta ver la experiencia y el currículum de los diputados que tiene Vox, que invita de nuevo a ponerse a temblar. Como el de Llanos Massó, presidenta de Les Corts, la segunda institución en importancia de la Comunitat Valenciana, y cuya vida laboral es, más bien, escasita. Por lo poco que ha trascendido de cuánto tiempo ha estado trabajando, claro. Ya saben que Vox son los reyes de la transparencia. Por cierto, estoy siendo irónico. Y es que no van sobrados de formación, o de experiencia, más bien. Mas aún, cuando se echa una mirada a sus elegidos para direcciones generales y secretarías autonómicas. Lo del tembleque queda corto.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 105 (julio 2023) de la revista Plaza