El cuarteto presenta su quinto álbum, titulado ¡Ahora! y publicado hace un mes en el sello catalán Montgrí. Hablamos de todo ello con Jorge Navarro, letrista y bajista de la banda madrileño-malagueña
VALÈNCIA. Biznaga son muy conscientes de que su reencuentro con el público valenciano se producirá bajo la sombra de una tragedia que todavía se siente muy cercana. Saben que presentarán su quinto disco -¡Ahora! (Montgrí, 2024)- ante una audiencia que, de una forma u otra, está más sensible, y quizás también más cabreada. Las manifestaciones de las últimas semanas dan fe de ello. Las redes sociales también. En realidad, parece un buen caldo de cultivo para un concierto en el que se coreará sin descanso a favor de la dignidad de las personas y en contra de la planificación abusiva de las ciudades. Un concierto con muchos gritos enganchados a melodías y canciones que claman por el derecho de acceso a la vivienda, critican la precariedad laboral y la meritocracia, apuntan a los problemas de salud mental y reivindican todo tipo de valores sociales.
El discurso del cuarteto asentado en Madrid (aunque, recordemos, con raíces malagueñas) siempre ha sido un reflejo especular de los problemas y las inquietudes de su tiempo, que ya no solo afectan a una generación, sino a varias. Esa es probablemente una de las razones por las que la base de seguidores de Biznaga se ensancha cada vez más, reuniendo frente al escenario a chavales de veinte años, a treintañeros y a un buen puñado de fans entrados en los cuarenta. Hablamos con Jorge Navarro, bajista y letrista de esta banda, que se completa con Álvaro García (cantante), Jorge “Milky” Ballarín (batería) y “Torete”, que sustituye a Pablo Garnelo en la guitarra.
Comparado con los dos primeros discos de Biznaga -Centro Dramático Nacional (2014) y Sentido del espectáculo (2017)-, en los que predominaba el tono sarcástico y una actitud vital esencialmente nihilista, las canciones de ¡Ahora! son un llamamiento a la acción y una invitación a poner el foco en el presente. A no dejarse llevar por el derrotismo ni la resignación. Es difícil no establecer paralelismos con la Acción Directa que reclamaba La Plata en su LP de 2022, o en el Presente, también reivindicado desde el mismo título en el quinto y último álbum de Futuro Terror. Recordemos que, en la entrevista que realizó el año pasado este diario al cantante y guitarrista de este grupo, José Pazos afirmaba que el proyecto de Futuro Terror había dejado de tener sentido porque ese futuro distópico sobre el que había escrito tantas canciones en el pasado ya estaba aquí.
Comenzamos nuestra conversación con Jorge precisamente por ahí. ¿Por qué es importante reivindicar el ahora en un momento en el que casi todos miramos el futuro con preocupación y congoja?. “Este es un disco que efectivamente tiene muchos rayos de luz y optimismo, sobre todo comparado con otros trabajos nuestros del pasado, que eran mucho más pesimistas -contesta Navarro-. Nuestra intención con este disco ha sido la de no quedarnos en lo abstracto, sino ser un revulsivo. Hablar de la necesidad de no conformarse, de no desencantarse y caer en el conformismo de pensar que no hay nada que hacer porque cada año todo es peor. El optimismo en estos momentos es una forma de resistencia, un escudo, y al mismo tiempo una herramienta que debe ser capaz de llevarnos a la acción”.
Jorge, miembro fundador de la banda, se muestra convencido de que hay que librar la pelea por mantener el entusiasmo vivo. “Esa pureza, esa inocencia (entendida en el buen sentido de la palabra, no como un rasgo de pánfilo) no significa que no seamos perfectamente conscientes de lo oscura que es la realidad. Pero estamos vivos, y mientras lo estemos, hay que pelear y rebelarse para conseguir la mayor dignidad posible. Es lo único que nos queda. La precariedad que nos ha tocado vivir atañe a un segmento muy grande de la población, y creo que hay un clima de cambio, un hartazgo, que no va a decaer fácilmente”.
-Vuestra trayectoria ha seguido siempre una línea ascendente, pero Bremen no existe (2022), vuestro anterior disco, supuso un salto indudable en popularidad. ¿En vuestra opinión, qué ha tenido más peso, la ampliación en el rango de edades de vuestro público, o haber llegado a un perfil de público menos underground?
-Creo que hay un poco de las dos cosas, porque es cierto que hemos ampliado la base de fans más jóvenes, de menos de 30 años, pero en realidad ha tenido más peso el hecho de que hemos conseguido salir de esa parcela de nicho. Con Bremen no existe notamos que venía a nuestros conciertos gente con perfiles más diferentes. Por ejemplo, viejos rockeros a los que Biznaga les recuerda a bandas de los ochenta. Eso nos lo dicen mucho. Y también gente joven a la que le empieza a gustar la música de guitarras.
-Como letrista de un grupo del que se espera que publique no solo buenas canciones, sino himnos que vengan con estribillos muy pegadizos, ¿sientes más presión con cada disco o, por el contrario, cada vez brotan este tipo de “hits” con más facilidad?
-Hay momentos, sobre todo cuando estás empezando con un disco, en el que vagas por el desierto hasta que sacas la primera canción. Momentos en los que no sabes a qué atenerte y que suponen un cierto momento de crisis. Pero es una cuestión de tiempo, paciencia y oficio. Al final, sale. De todos modos, intento no pensar demasiado en las expectativas. Ayuda el hecho de que siempre hemos publicado discos con los que estábamos muy satisfechos, y que se han traducido en un interés creciente por parte del público. En teoría eso debería ponernos nerviosos, pero creo que es más importante componer siendo consecuentes y fieles con nosotros mismos. Para nosotros es importante expresar los problemas y anhelos de nuestro tiempo. Y si luego gustan las canciones, genial, y si no es así, pues bueno, al menos podremos decir que hicimos el disco que queríamos hacer.
-¿Cuáles son tus letristas de cabecera?
-Muchos. He escuchado, leído y analizado a muchos letristas en castellano, porque me parece que es un reto hacer pop o rock and roll en un idioma que no sea el inglés. Las palabras en castellano son más largas, más difíciles de encajar, y por eso muchas veces oímos canciones con palabras metidas con calzador que quedan fatal. El reto está en conseguir que los versos suenen lo más sencillos, agradables y pegados a la melodía, sin distorsionar las palabras ni la música. ¿Mis preferidos? Clásicos como Antonio Vega, Santiago Auserón, Fernando Márquez “El Zurdo”, Germán Coppini, Fernando alfaro de Surfin’ Bichos… Astrud y Jota de Los Planetas también tienen algunas muy buenas. Es gente que ha dignificado mucho el oficio de la música pop en español.
-Dentro de los planes de futuro de Biznaga, ¿qué prioridad le dais a crecer en Latinoamérica? Porque, aunque es un mercado súper interesante para las bandas españolas, también es cierto que es una estrategia que al principio conlleva invertir en giras poco rentables.
-Nosotros hemos ido creciendo poco a poco sin un plan fijo, con la única preocupación de hacer buenas canciones, y así han ido sucedido las cosas. Siempre hemos ido encontrando sorpresas positivas por el camino, pero sin una estrategia concreta. La única aspiración clara es llegar cada vez a un número mayor de personas sin renunciar un ápice en cuestiones estéticas, discursivas ni musicales. A nosotros nos encantaría, por supuesto, que lo que nos está pasando en España nos pasase en Latinoamérica, porque además creo que allí nuestro mensaje y nuestra música encaja muy bien; especialmente en Argentina y en México, donde hemos estado ya en tres ocasiones. Nuestra idea es seguir picando piedra allí. Es cierto que una vez sales de España, crecer como banda significa casi empezar de cero, pero vamos viendo poco a poco una evolución. Aun así, nos queda muchísimo por recorrer.
-¿Hasta qué punto es importante para vosotros suscribir de forma individual cada una de las ideas que tú plasmas en las canciones, pero que después canta Álvaro?
-Hay bastante sintonía ideológica entre los cuatro, lo que pasa es que somos personas distintas y en algún momento hay alguna diferencia de pareceres. Son cosas que se hablan, se negocian con naturalidad. Siempre hay un pequeño tira y afloja creativo que creo que tiene que estar, y es un poco la sal del asunto. Si mis compañeros me dijeran que sí a todo, igual yo haría letras más mediocres. Sus comentarios me obligan a darle más vueltas a las cosas. Álvaro y yo llevamos con esta fórmula desde que empezamos hace más de diez años, y somos amigos más allá de compañeros de grupo; nos conocemos mucho, y eso ayuda. Por otra parte, en las canciones no hablo de experiencias personales concretas, lo que quizás sí sería conflictivo. Debajo de nuestras canciones late un nosotros, no un yo. Pretendo que los mensajes no sean personalistas, sino que más grandes, para que la gente lo haga suyos.
-Háblame de la música del disco y las referencias que habéis añadido a vuestra fórmula. De repente, “Espejos de caos” suena bastante Oasis y “Benzodiazepinas” tiene una introducción que recuerda ligeramente a la Velvet Underground.
-Hemos abierto un poco el abanico estilístico, saliendo del callejón de 70 y los 80. La entrada de Torete como guitarrista ha tenido algo que ver, porque es muy fanático de grupos de los noventa como Oasis, Green Day y Weezer.
-Gentrificación y dificultades para acceder a la vivienda, críticas a la meritocracia, a la mercantilización de las relaciones humanas, alusiones a la salud mental… Ponéis sobre el tapete los temas que ya están muy vivos en la calle. ¿Os gusta pensar que la gente sale de vuestros conciertos con más ganas de ir a manifestaciones y a rebelarse de forma activa contra las injusticias que sufren en sus propias carnes?
-Nosotros hacemos estas canciones porque pensamos que, dentro de nuestro ámbito, que es el de la cultura, ayudamos a mantener vivo el debate sobre cuestiones que exigen soluciones urgentes. No somos un partido político ni tenemos un programa para aplicar soluciones concretas, ni por supuesto las herramientas para hacerlo, pero dentro de la parcela que nos toca sí que vemos importante que se canalice a través de nuestra música todo ese malestar. No vamos a cambiar el mundo, pero es una banda sonora que dialoga con los tiempos. Las canciones deben mirar a la sociedad, y la sociedad mira a las canciones.