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mi cuerpo, mis reglas

Seres humanos, no ideologías (I)

ALICANTE. En este momento histórico que ahora atravesamos y en el que la cultura Europea y Occidental, cuna y única civilización valedora de los Derechos Humanos, está siendo atacada desde distintos frentes bélicos, políticos e ideológicos, quien no se sienta eurocentrista y prooccidental desde el fondo de su corazón, o es un suicida inconsciente o es reconocible directamente como el enemigo sea exterior o interior, aquí no caben medias tintas. Ambos son peligrosos, y a ambos habrá que neutralizar. Nos va en ello la supervivencia.

Desde su elaboración y publicación en 1948, la Declaración Internacional de Derechos Humanos constituye y significa a día de hoy de forma indiscutible el código de valores éticos superior por naturaleza y derecho a todos los demás. Representa hasta ahora la más avanzada culminación del desarrollo ético humano, la más perfecta regla de vida a seguir y uno de los únicos tres activismos válidos que a nivel mundial merecen toda lucha y todo esfuerzo, junto a la salud de nuestro planeta y la preservación y bienestar de los otros seres vivos que junto a nosotros habitan en él.

Una realidad de base que no se suele mencionar, pero de ninguna manera podemos olvidar, sobre su origen e inspiración, es que los conceptos e ideas que se reflejan en la Declaración Internacional de Derechos Humanos tal y como la conocemos se materializaron y solamente se hubieran podido materializar dentro del contexto de nuestra cultura europea y su desarrollo histórico a partir de los modelos grecorromano y judeocristiano.

El hecho que nos debe quedar meridianamente claro es que los Derechos LGTBIQ+ son Derechos Humanos y, aunque la carta original no los menciona explícitamente, sí han sido reconocidos y consolidados a lo largo del tiempo por la misma ONU y por una serie de leyes de protección de nuestros derechos promulgadas en los últimos años en una gran parte de países del mundo, junto a una normativa general como son los Principios de Yogyakarta (2006), una serie de principios legales que indican cómo se debe aplicar la legislación internacional de Derechos Humanos a las cuestiones de orientación sexual e identidad de género, y que ratifican una serie de estándares que todos los estados deben cumplir.

Desgraciadamente, en estos todavía principios del siglo XXI, la situación de los Derechos Humanos atraviesa un momento muy delicado a nivel universal. Desde hace ya tiempo estamos conociendo y experimentando en los países de Occidente una curiosa laxitud a la hora de identificar y defender nuestros verdaderos intereses, los cuales nos aparecen fundidos en un viscoso magma relativista en el que toda opinión y toda política derivada de ella es válida, y aquéllas que cuestionen y ataquen los principios de identidad europeos y occidentales (y los Derechos Humanos van incluidos en este pack) parecen ser ahora mismo, en base a un estúpido sentido de "culpa" que late en el gen de la inmensa mayoría de nuestras izquierdas, las obligatoriamente defendibles. 

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