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¿Nueva crisis crediticia en la banca regional estadounidense?

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Las últimas semanas han vuelto a situar a la banca regional de Estados Unidos en el centro de la atención. Dos entidades medianas —Zions Bancorp y Western Alliance Bancorp— revelaron pérdidas ligadas a préstamos problemáticos, lo que reavivó el temor a un nuevo episodio de inestabilidad similar al de 2023. Las acciones de los bancos regionales sufrieron caídas inmediatas que se trasladaron a casi todas las entidades bancarias a nivel global y los inversores empezaron a preguntarse si el sistema financiero estadounidense podría enfrentarse a una nueva crisis de crédito.

En esta ocasión, los grandes bancos de Wall Street han intentado transmitir tranquilidad. El consejero delegado de Goldman Sachs, David Solomon, ha restado importancia a la situación al afirmar que “no existe riesgo sistémico”, y el veterano banquero Paul Taubman se ha hecho eco de esa visión, aunque con la advertencia de que “siempre quedan focos de riesgo ocultos que pueden emerger de forma imprevista”. 

En la misma línea, las autoridades bancarias estadounidenses insisten en que las condiciones de capital y liquidez son hoy mucho más sólidas que antes de la quiebra de Silicon Valley Bank en 2023.

No obstante, detrás del discurso tranquilizador se están levantando discretamente barreras defensivas... Y no sólo en EE.UU. BNP Paribas provisionó 1.050 millones de dólares en el tercer trimestre (221 millones asociados a “una situación crediticia específica”), mientras que HSBC reservó 1.000 millones, de los que 100 millones se asignaron a un único cliente en Oriente Medio. Ambos movimientos reflejan una tendencia prudencial que empieza a extenderse por el sector.

Varios argumentos sostienen la idea de que los problemas recientes son aislados más que estructurales:

  1. Reservas más amplias y capital reforzado. Desde 2023, la mayoría de los bancos medianos ha incrementado de forma significativa sus provisiones y sus ratios de capital CET1. Esta acumulación de “colchones” actúa como amortiguador ante pérdidas inesperadas.

  2. Supervisión más estricta. Las autoridades estadounidenses endurecieron los requisitos regulatorios tras la crisis bancaria de 2023: pruebas de resistencia más frecuentes, controles de liquidez y límites al riesgo de duración de la cartera de bonos.

  3. Entorno económico aún favorable. La economía de EE.UU. crece cerca del 2% interanual, el empleo sigue fuerte y no se vislumbra una recesión inmediata. Un ciclo económico benigno reduce el riesgo de impagos masivos.

  4. Liderazgo confiado en Wall Street. Los grandes bancos —Goldman, JPMorgan, Morgan Stanley— proyectan estabilidad, señal de que el sistema financiero central no percibe contagio. El diferencial de financiación entre grandes y medianos se ha ampliado, pero no ha alcanzado niveles de estrés.

En resumen, para buena parte de los analistas el escenario actual no se asemeja a 2008 ni a 2023, sino más bien a episodios de tensión localizada.

Aun así, los datos invitan a cierta cautela. Según Morningstar DBRS, los bancos regionales “muestran signos crecientes de tensión pese a haber reforzado sus reservas”. El diagnóstico apunta a una erosión lenta pero persistente de la calidad crediticia:

  1. Exposición a crédito privado y segmentos opacos. Moody’s advierte que los préstamos de bancos estadounidenses a fondos de crédito privado superan los 300.000 millones USD, tres veces más que hace una década. Esta interconexión con el “shadow banking” introduce un riesgo menos visible y difícil de valorar en escenarios de estrés.

  2. Dependencia de la financiación mayorista. Varias entidades regionales han recurrido recientemente a la standing repo facility de la Reserva Federal por más de 15.000 millones USD, lo que sugiere tensiones de liquidez latentes.

  3. Sensibilidad al ciclo local. Estos bancos concentran su negocio en pymes, hipotecas comerciales e inmobiliario regional, sectores altamente procíclicos. Un ajuste en los precios de oficinas o locales puede amplificar las pérdidas.

  4. Caídas bursátiles recurrentes. La volatilidad en las cotizaciones de bancos medianos refleja la fragilidad de la confianza: pequeñas sorpresas negativas provocan reacciones desproporcionadas, una señal de que el mercado teme un “efecto bola de nieve”.

En suma, no hay crisis, pero sí una acumulación de tensiones que podría volverse sistémica si el contexto macro se deteriora o si surgen más casos de insolvencia corporativa.

El contraste europeo: mayor control, menor exposición

La comparación con la banca europea resulta instructiva. Los test de resistencia de la European Banking Authority (EBA) de 2025 mostraron que incluso bajo un escenario severo —PIB de la UE cayendo un 6% en tres años— ningún gran banco europeo incumpliría los requisitos mínimos de capital.

El marco regulatorio europeo es más homogéneo y exigente: el Mecanismo Único de Supervisión del BCE supervisa directamente a las entidades sistémicas, exige mayores ratios de liquidez (LCR > 100%) y aplica colchones anticíclicos que obligan a provisionar antes de que los riesgos se materialicen.

Además, la banca europea tiende a operar con menor apalancamiento y mayor diversificación de depósitos. Los bancos de la eurozona cuentan con estructuras de financiación más estables y menor exposición al crédito inmobiliario comercial que sus pares regionales estadounidenses.

Ello no significa inmunidad. El encarecimiento de la deuda soberana europea y la ralentización económica podrían presionar márgenes, pero la probabilidad de un evento sistémico por mala gestión de crédito es hoy significativamente menor en Europa que en EE.UU.

Los mensajes implícitos de los grandes bancos

A pesar de su discurso tranquilizador, los grandes bancos internacionales están reforzando silenciosamente sus defensas. Además de los más arriba mencionados, BNP Paribas y HSBC, Citigroup y Barclays también han anunciado ligeros aumentos de provisiones en segmentos corporativos.

Estas decisiones sugieren que, aunque no se espera un colapso, el riesgo de deterioro progresivo en determinados nichos crediticios —inmobiliario comercial, energía o crédito privado— es real. El mensaje es prudente: “no hay crisis, pero mejor estar preparados”.

Implicaciones para inversores y supervisores

Para los inversores, el mensaje es de prudente selectividad.
Los bancos regionales con balances diversificados, depósitos asegurados, bajo apalancamiento y buena gestión de liquidez seguirán siendo atractivos, pero las valoraciones deben reflejar el riesgo de concentración geográfica y sectorial.

En cambio, los bancos europeos ofrecen hoy una prima de estabilidad regulatoria: menor volatilidad, mayor visibilidad de beneficios y un entorno de supervisión más coordinado. No obstante, el riesgo de contagio global —a través del dólar, derivados o financiación transfronteriza— aconseja mantener ser prudentes y no caer en la complacencia.

Para los supervisores, la lección es clara: la opacidad del shadow banking y del crédito privado puede convertirse en la próxima fuente de disrupción financiera. Las reglas prudenciales deberán adaptarse a un sistema en el que los límites entre banca tradicional y financiación alternativa se difuminan.

Conclusión

Los episodios recientes en la banca regional estadounidense no configuran aún una crisis crediticia sistémica, pero sí reflejan la existencia de fisuras estructurales en la base del sistema. Las pérdidas de algunas entidades son, por ahora, casos aislados; sin embargo, el deterioro de la calidad de crédito, la elevada exposición a sectores vulnerables y la dependencia de financiación mayorista constituyen señales de alerta que no deberían ignorarse.

Mientras los grandes ejecutivos de Wall Street transmiten calma, las provisiones crecientes y el endurecimiento de las condiciones crediticias indican que el sector está blindándose ante un posible deterioro económico.

En Europa, la combinación de supervisión centralizada, mayor disciplina regulatoria y estructuras de financiación más estables proporciona una red de seguridad superior. Aun así, en un sistema financiero globalizado, ningún bloque está completamente a salvo de los vaivenes estadounidenses.

En definitiva, no hay crisis… pero hay riesgo.

El escenario base sigue siendo de estabilidad controlada, aunque con vulnerabilidades que exigen vigilancia constante. La historia reciente enseña que las crisis financieras raramente avisan con antelación; y en un entorno donde los márgenes se estrechan y la confianza es frágil, la prudencia vuelve a ser la mejor defensa.

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