el sur del sur  / OPINIÓN

Tasa turística, o pago por uso

24/09/2017 - 

La tasa turística ha deambulado en el debate autonómico desde hace meses. La Conselleria de Hacienda hace tiempo que trabaja en un estudio para su hipotética puesta en marcha hasta que el debate de Política General en las Cortes Valencianas. Es ahora cuando se le ha encomendado al Gobierno autonómico. Para antes, Alicante Plaza ya había mostrado por dónde podría justificarse su implantación. Mi colega Javier Alfonso la defendió sin tapujos en su artículo Sí a la tasa turística valenciana. En su momento, dije que se podía discrepar pero argumentos para ponerla en marcha había unos cuántos.

Para entrar en materia recupero otras dos piezas publicadas en Alicante Plaza. La primera, una entrevista a José Luis Gascó, catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Alicante y director del Instituto Universitario de Investigaciones Turísticas, que ya introdujo matices allá por noviembre, cuando el debate ya apareció con motivo de los presupuestos de la Generalitat. Gascó vino a a decir que "la equidad de la tasa turística queda muy deteriorada al dejar fuer al alquiler reglado".

 Y la segunda, otra entrevista al empresario Abel Matutes junior, tras su paso por  el foro de turismo de AVE. Matutes admitió sus buenos resultados en Baleares, pero no la recomendaba para la Comunitat Valenciana, a la que aconsejaba una apuesta por la calidad y singularidad de la oferta.

Y con estas consideraciones previas y teniendo en cuenta los 20 argumentos que dieron las patronales de la Comunitat contra su implantación, considero que el debate no hay que rehuírlo y hasta cierto punto, tenerlo en consideración, aunque lo más fácil en esta Comunitat siempre sea el no por el no, o el si del rodillo de las mayorías absolutas.

Por partes, defiendo que podría aplicarse y en ese caso, que la tasa turística debería ser finalista, destinarse a la mejora urbana y promoción turística de los destinos, y no a la financiación del gasto corriente de la Generalitat. No es justo un vecino de la Colonia Madrid de Benidorm deba pagar con sus impuestos el aumento de gasto de limpieza municipal para hacer frente al gasto extra que generan las borracheras de los ingleses, o uno de Alicante, los efectos del denominado tardeo. Ni tampoco es justo que los visitantes paguen la nóminas de los funcionarios de determinada administración

La tasa debería tener un fin disuasorio para evitar la aglomeración de turistas en determinadas zonas del año. Sucede en Xàbia, donde hay calas a las que ya se les restringe el acceso y el ayuntamiento ya maneja políticas alternativas para incentivar el turismo en otras épocas del año porque el verano está saturado. Podría citar más ejemplos.

Así, de esta manera, lo preferible sería que se aplicara a destinos del litoral, en casi toda la Comunitat Valenciana, y en urbanos consolidados, como València o Benidorm, que tienen un alto número de pernoctaciones, o en aquellos que tienen un alto valor patrimonial o cultural y su recaudación debería destinarse al mantenimiento de esos edificios singulares. A caso al alcalde de Benidorm, Toni Pérez, ¿no le vendrían bien 11 millones de euros anuales -la ciudad recibe 11 millones de pernoctaciones- para realizar obras estratégicas y adecentar su escena urbana? ¿Y a los hoteleros? La tasa le supondría una alivio al primero y una manera de colaboración público-privada, para los segundos.

El Castell de Guadalest es otros de esos ejemplos: uno de los municipios más visitados de España, pero cuyo mantenimiento costean sus vecinos, y no los millones de turistas que lo visitan en excursión.

Y, por su puesto, abordar el alojamiento alegal, los apartamentos. La tasa turística puede ser una oportunidad para poner en vereda a las grandes compañías que se aprovechan del negocio y no generan impacto en la recaudación fiscal -como intenta València capital- y, al mismo tiempo, regular un tipo de actividad que sortea cualquier control de calidad y de garantías para el propio cliente, además de ser, hoy por hoy, una competencia desleal hacia la actividad regulada de los hoteles.

Pero, sobre todo, como diría Abel Matutes, la tasa debe ser, además, una apuesta por la calidad y la singularidad del producto. Debemos dejar atrás, si es que la Comunitat Valenciana y la Costa Blanca quieren ser destinos con algo de excelencia y producto diferenciado, la obsesión por llenar habitaciones para darnos golpes en el pecho de lo bien que lo hacemos y apostar por algo diferenciado. Y cuando un producto tiene un valor añadido, el cliente paga un euro de más. O es que no lo hacemos cuando adquirimos a El Corte Inglés, por citar un ejemplo, o compramos unos zapatos de determinada marca. Pagamos diferenciación en el producto y en el servicio. Después vamos a Roma y nos rasgamos las vestiduras por pagar cuatro euros por persona y noche en una ciudad hipermonumental, pero en algunos zonas sucia y destartalada.

Fórmulas hay, y hay que debatirlas y estudiarlas. Y a ser posible, hacerlo de la mano del sector porque ellos y los municipios deben ser los principales beneficiados. Este debate no es de rojos, amarillos, verdes o azules: es un debate al que hay que anticiparse, y cuando antes se resuelva, mejor porque se va a repetir en otras cuestiones (la liberalización de la AP7 va a ser una de ellas; con todos los respetos, es de ser ingenuos pensar que la autopista, a partir de 2019, va a ser totalmente gratis, como nos prometen). 

Es muy triste ver como algunas entidades y partidos políticos se cierran en banda a la aplicación de una tasa (con tal de hacer adhesiones a un determinado partido del gobierno, y demonizar a otros). La tasa no deja de ser una tendencia tan habitual en Europa como el pago por uso. Pues eso es lo que debe ser, a mi juicio, el denominado impuesto turístico: un pago por uso del visitante para mejorar el entorno y la promoción del mismo, y no que los vecinos residentes deban asumir los gastos extra que no generan en una ciudad o municipio. ¿Cómo se debe plantear? ¿quién la debe cobrar? ¿cuándo? y ¿quién la debe distribuir? Eso lo dejo en manos de los expertos que saben mucho más.

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