HACE UN HOMENAJE A SUS CRIATURAS EN ‘GUERRA Y PAN’ 

Fernández Mallo: “En mi opinión, Zomeño es uno de los mejores cuentistas en español”

19/11/2017 - 

ELCHE. ¿Se puede acceder a la inmortalidad tocando de manera virtuosa una sola tecla del piano? No sería la primera vez en que un autor pasa a la posteridad a su pesar, cuando su pretensión era dar un vuelco a su carrera o, al menos, probar otros registros. Uno de los casos paradigmáticos es el del escocés Arthur Conan Doyle y su intento de abandonar a su suerte a Sherlock Holmes, esperando que cayera en el olvido de un público lector que no le perdonó esa traición a favor del espiritismo.

Jesús Zomeño recibió este año el premio de la Crítica valenciana por su narrativa existencial, poniendo el foco sobre la supervivencia de la razón entre el océano de la locura de la guerra.

La trilogía Cerillas mojadas (Denes, 2012), Piedras negras (Lengua de Trapo, 2014) y De este pan y de esta guerra (Contrabando, 2016) culminaba su homenaje a la resistencia del hombre ante la claustrofobia de las trincheras, imagen que sintetiza la evolución de la guerra con la introducción de las armas de destrucción masiva y las estrategias de sacrificio de carne de cañón que supuso la Primera Gran Guerra.

Pero la narrativa de Zomeño no es la de las hazañas, los héroes, ni la descripción pormenorizada de los largos días de angustia, o el diseño laberíntico de esas zanjas como tumbas y su arquitectura de aluvión. Zomeño se introduce en la mente trastornada de los hombres que recuerdan momentos de felicidad para anclar la cordura en un tiempo pasado, que se obsesionan con quesos o moscas para no hacerlo en los túneles subterráneos donde se depositan las minas que los harán volar por los aires, o en las infecciones y el olor de la gangrena de los heridos.

A modo de autohomenaje, Zomeño recuperó alguno de los cuentos que se habían quedado fuera de los libros anteriores, y acordó con su editor de la valenciana Contrabando publicar una plaquette con estos relatos, pero la cosa se le ha ido un poco de las manos, debido en parte, al empuje de su compañero de viaje, el ilustrador mallorquín Fernando Fuentes Miracolosocuyos trabajos inspirados en pintores expresionistas como el alemán George Grosz, acompañaban ya los relatos de De este pan y de esta guerra.

7 ilustraciones de Miracoloso para nueve relatos reunidos bajo un juego de palabras que introduce la ironía y la autoparodia que habían quedado fuera de la anterior entrega, todavía bajo la influencia de la trascendencia. “Cuando le pregunté a Fernando Beltrán (poeta amigo del autor, dedicado desde hace tiempo a la profesionalizacion de la tarea del naming, autor de alguno de los nombres más populares de empresas y productos del mercado hispano) su opinión sobre el título de mi libro ‘De este pan y de esta guerra’, sugirió en cambio Guerra y pan. Me pareció gracioso el juego de palabras con la obra de Tolstoi, pero demasiado atrevido”, explica Zomeño en la introducción del volumen. Pero ahora, llegado el momento de la perspectiva y la celebración, “la alegría debe compartirse con sentido del humor”.

El pasado jueves 16, el Centro Cultural Les Clarisses de Elx acogió una especial lectura pública de los textos de Zomeño, como presentación de esta pequeña coda al título premiado por la Crítica Valenciana, con la participación del propio autor y de Manuel Turégano, editor de Contrabando, la editorial que se ha acogido en su seno al autor ilicitano de origen manchego. El próximo jueves, 23 de noviembre, en la oriolana Librería Codex, comandada por el inquieto Vicente Pina, habrá una nueva oportunidad de charlar con Jesús Zomeño, una vez ha decidido dejarse llevar por su propia obra y no abandonar a sus criaturas, esos jóvenes huérfanos de humanidad que en la segunda década del siglo veinte, vieron suspendida su incredulidad en una guerra irreal, como el protagonista de su Balada del soldado Rusty, que “Contó cinco dedos en cada mano y no tuvo motivos para quejarse de que no fuesen cuatro o de haber perdido el sexto. Eran cinco dedos. Siempre aceptaba las cosas como eran y se mostraba comprensivo con lo que no entendía”.

Zomeño se planteaba nuevos caminos, pero nadie puede asegurar que la senda marcada no sea la mejor.


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