EL SUR DEL SUR / OPINIÓN

El silencio, como síntoma

16/10/2016 - 

No esperaba grandes cosas del debate sobre el estado de la ciudad de Alicante, pero sí al menos algo de política. Era de esperar que se iban a tirar todos las culpas, retrotraer el pasado, las fiestas del pijama que retrata el caso Brugal, la limpieza de la ciudad, pero lo que nunca esperaba es que el alcalde, el socialista Gabriel Echávarri, renunciara a sus logros, a sus pocos logros: al menos, a dos, a la posibilidad de que exista libertad comercial -con menos festivos trabajados para los operarios de los grandes almaneces- y a que la música de la llegada de Ikea empieza a sonar bien, pese a que existen múltiples intereses para que esa operación fracase.

Ambos logros, por incipientes que sean y críticas que reciban, los tenía que haber verbalizado el alcalde, pues lo otro ya lo sabemos: no hay un gobierno en Alicante, hay tres, como se pudo ver; cada uno defiende lo suyo y alguno de los socios critica al otro; la limpieza sigue siendo la gran asignatura pendiente de la ciudad y que el área de Urbanismo -sea por la razón que objete cada uno- es como un gran muro muy difícil de asaltar por cualquiera, incluso aquellos que quieren cumplir la ley.

Pero más allá de todo eso, que es el día a día de este ayuntamiento -con más normalidad que mucho de los pasajes que había antes- hay silencios que hablan por sí solos. Y el del alcalde así lo fue. Una oportunidad perdida, a mi juicio, para dar un aviso a navegantes de lo que al final será la gran decisión, cuando se tenga que poner en marcha el plan parcial de Rabasa, de gestión pública, para allanar la llegada a la multinacional sueca a la ciudad. No hay otra. Lo dije la semana pasada y lo repito ahora: el denominador común ya existe y sólo falta saber qué papel juega la Universidad de Alicante y, sobre todo, si finalmente hay voluntad política -y dinero- para ejecutarlo. Enrique Ortiz ya no es una excusa, será un propietario (afectado) más si se usa la fórmula adecuada.

E insisto en la oportunidad perdida por Gabriel Echávarri porque en el momento del partido en el que nos encontramos era hora de retratarse y de proponer ese proyecto para la ciudad por encima de trincheras políticas y cordones sanitarios contra nadie. Y si Miguel Ángel Pavón no quiere o no le gusta, pues que recoja los bártulos y se marche y si no, que se le cese, con todas las consecuencias; y si Compromís tiene dudas con Ortiz -como avancé que pasaría-, pues que se mire la ley y que valore que hay alternativas para no pasar por su aro. Pero es curioso ver a estas alturas de la película que aquellos que defendían el buen nombre de la ATE o su radical oposición, ahora cuestionen el plan porque ellos no tienen la vez, de lo uno o de lo otro.

E insisto en que era el momento de decir algo porque lo otro -desgraciadamente- no tiene solución: pase lo que pase, serán un desastre, exhibirán desconfianza, discutirán en público -algo que le gusta mucho a la izquierda- y no sabrán dar con la tecla (legal) para hacer desaparecer a Enrique Ortiz de las contratas municipales. Los silencios a veces hablan, y el del alcalde dijo algo: no le gusta lo que vio y no debe olvidar que a él lo eligieron para que esto cambiara. Debió hacerlo hace tiempo, con una remodelación y el ajuste del equipo, y también optó por el silencio. 

Y tuvo alternativa, menos urgente que las de ahora, con Ciudadanos, para exhibir que había otras posibilidades. Quizás ahora no es el momento de Ciudadanos, pues de repente se han convertido en una oposición algo seria (sólo hay que ver lo sucedido en Torrevieja, cuando tumbó el presupuesto). Está claro que cuando haya Gobierno en Madrid, empezará otra partida, pero para ese momento ya no valdrán los silencios. Si vuelve a ver un silencio, será un síntoma de que a lo mejor hace falta otra cosa. Y si eso ocurre, a lo mejor, el silencio se lo exigen a él. Los destinos, en política, a veces no se eligen. Como el mismo Echávarri ha dicho en más de una ocasión, en la vida matrimonial existe el divorcio. Pues eso. De nada sirve hacer cosas bien, como se vanaglorian, si no tienes clara tu meta. Era el momento de hablar. De lo contrario, el silencio se convierte en un síntoma. 

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