el sur del sur / OPINIÓN

¿Doña Margaret ha cambiado?

30/09/2018 - 

Corría el ´viernes por la tarde. Convención del PP de la ciudad de Alicante. En el centro cultural de Las Cigarreras. Luis Barcala acaba su intervención, sonriente y se dispone a dar paso a la líderesa del PP valenciano. "Esta sí que os va a poner las pilas", dijo el alcalde. "Os dejo con Isabel Bonig. Y cuando todo el mundo, principalmente, la militancia popular esperaba una inyección de moral, descuartizando (políticamente) como suele hacer, al conseller Marzà por el plurilingüismo o ofreciendo sus votos para salvar al PSPV de las ordas violetas de Mónica Oltra, la presidenta del PP se despachó con un discurso reflexivo, moderado, sin renunciar a sus principios, pero con un cambio de formas significativo, muy alejado del que hizo gala en sus anteriores visitas a Alicante.

No sé si que le intimidó la presencia del nuevo dos del PP, Teodoro García Egea, o es que ha guardado los masclets para otra ocasión -cuando las cosas pinten mejor en las encuestas-, la cuestión es que Bonig hizo una férrea defensa de la batalla de las ideas y abogó por dejar de lado los personalismos y la política de tuits. No es que renunciara a nada de lo que ha defendido en ocasiones anteriores. No. Defendió lo de siempre, eso sí, sin personalizar tanto y con un tono 'no hiriente' para el resto de los que no forman parte de la hinchada del PP.

Atrás quedan esas dos visitas -el congreso provincial del PP, celebrado en Torrevieja o la visita de Rajoy en Alicante- donde la lideresa del PP se mostró como una verdadera doberman de su mensaje contra el plurilingüismo de Marzà, sin que el resto de cuestiones no importara nada, o fueran secundarias. Esta vez, quizás porque el fondo del decorado ha cambiado, y la batalla ya no está en Barcelona, sino en Madrid, con el cambio de signo político en La Moncloa, la presidenta del PP recuperó otras señas de identidad del centro derecha liberal, como la bajada de impuestos, o algunos más del tradicionalismo-conservador, como la justicia social y la labor solidaria que ejercen algunas ONG ligadas a la Iglesia. Alabdo sea el señor, como diría el colega Juan Carlos de Manuel.

Hay que decirlo: Bonig sorprendió hasta lo suyos, que esperaban el hit-list de antaño: Marzà, Oltra, Puig y catalanismo/independentismo. Lo hubo, hay que admitirlo, pero de forma más pedagógica. Ahora ya aparecen los Killers en escena -porque le gustan a ella y a Pedro Sánchez- pero para censurar, y con razón, la borrachera de viajes gratis total y en bussiness que se pega Pedro Sánchez; la subida de impuestos que ultima el PSOE con Podemos o el dispendio, sin justificar de la nueva À Punt. Bonig dejó por primera vez los personalismos y habló de dignificar la política. 

Pues bueno, más allá de sus críticas y reivindicaciones, legítimas, lo que la política -y el resto del arco parlamentario- agradece (o agradecerá, de seguir así) es la dignificación (y el tono punk) de su mensaje. Perderá fans, seguro, pero, como dice ella misma, pero para su objetivo, reconquistar la Generalitat, a veces, hay que acercarse al centro. Si del sur no te mueves, por razón que sea, es posible que no llegues. Se nota que el epicentro de la política ha cambiado. Rajoy ya no está. Nuestra Margaret (Thacher) parece que ha mutado.

P.D. Bonig volvió a errar en los ejemplos. Citó el caso de un operario que tiene un coche diésel de 10 años y que lo usa para trabajar. Dijo que ponerle un impuesto al diésel, sería ahogarle. Debería saber la presidenta del PP que con ese vehículo habría muchos días que no podría circular por el centro de Madrid. No por el impuesto, sino por el daño que genera al medio ambiente. Es una circunstancia, que en los tiempos que corren, hay que comenzar a valorar. La otra vez, en Alicante, ya puso el ejemplo de los médicos y el requisito lingüístico, que impedía, según dijo, que los mejores pudieran trabajar en la Comunitat Valenciana. Habría que recordarle que los facultativos y personal sanitario están exentos de ese requisito. 

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