Hoy es 29 de marzo y se habla de

Esther Díez y Pablo Ruz tienen como objetivo recuperar a quienes lo vieron y no han vuelto

Trabajar por la identificación con el Misteri

13/08/2018 - 

ELCHE. Ambos empezaron en la escolanía y ahora Esther Díez y Pablo Ruz coinciden como patronos del Misteri. Cada uno en un partido político distinto —ella en Compromís y él en el Partido Popular—, les une la amistad y la pasión que sienten por esta tradición. Junto a Mireia Mollà son los únicos tres integrantes de la actual corporación municipal que se han involucrado directamente.

El pasado nos lleva a la Casa de la Festa. Allí se cruzaron los caminos de Díez y Ruz. Él había empezado con ocho años, en el verano del 92. Su padre, Antonio, le había entregado con toda solemnidad unas fotografías en las que él aparecía y que se habían publicado en la revista Festa d’Elx. Eran de principios de los años 60, cuando él era un niño cantor, «probablemente sería el primero andaluz que cantó en el Misteri». Las conservaba su abuela Encarnación en una caja de cartón y aquel ritual de entrega lo recuerda emocionado el hoy patrono. De la misma forma que la emoción que sentía cuando a su escuela fue el Mestre Oncina a probarles la voz y el joven Pablo le dijo quién era su padre y este se alegró. Aquella prueba fue bien y así se inició, una relación que ha mantenido constante desde entonces. «No he faltado ningún día 15, y ensayos solo me habré perdido tres o cuatro», asegura.

Díez transmite ese mismo  entusiasmo. Ella recuerda el primer día que pisó la Casa de la Festa, iba para formar parte de la Escolanía y en aquella prueba, «me hicieron cantar Cumpleaños feliz para ver si era capaz de entonar». Lo supo hacer ante unos compañeros a los que veía y pensaba que era extraordinario que siendo tan pequeños pudieran cantar piezas complejas y estar muy serenos y seguros de lo que hacían. Fue entonces cuando se dijo que quería formar parte de eso. Aquello fue en el 95 y se mantuvo hasta 2003, un periodo mucho más largo que lo que podían permitirse los niños, «podemos pasar más tiempo porque no nos cambia la voz».

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La cuestión diferencial entre hombres y mujeres subyace en la charla con ambos. Díez recuerda cuando fue consciente por primera vez de ello, en la televisión. Tenía unos doce años cuando junto a unas amigas que cantaban en la escolanía acudieron a un programa de la cadena local para hablar de su participación. El periodista les preguntó si las mujeres debían de salir en el Misteri «y fui la única que dijo que sí claramente y se montó un lío que me sorprendió el impacto que podía tener que una niña lo dijera». Aquello, reflexiona ahora, le sirvió para entender pronto «que era un tema complejo. Fue el primer choque con la realidad del ámbito conservador». Eso sí, asegura que sigue pensando igual al respecto.

Su compañero en el patronato tiene una visión distinta del tema respecto a la participación femenina, «las cosas están muy bien como están: la mujer tiene un papel imprescindible». El ejemplo que aporta de ello es que «las camareras de la Virgen solo son mujeres y nadie se plantea serlo porque es una tradición que tiene quinientos años de historia. Y una de las esencias culturales del Misteri es esa, no entendida como una exclusión, faltaría más, entendida como una seña de identidad que lo vincula con un pasado esplendoroso».

Díez coincide en que las mujeres «han estado muy presentes en la fiesta: desde sastras y peluqueras —que son la que hacen posible que esté todo listo para la representación— a la escolanía, donde solo participan mujeres en el coro juvenil, que fue una decisión que se tomó hace años». Por eso cree que su presencia se debe incluir en la organización. «Es una muy buena noticia que Ayuntamiento y Generalitat hagan paridad en sus nombramientos; no ha sido así en la Iglesia, y es una lástima —señala— ahora estamos más representadas», destaca. 

Los nuevos nombramientos cree Díez que aportan la «visión femenina que la sociedad entera necesita. Y no se puede escapar a eso porque ha tenido una muy masculina». En la reciente reunión que han mantenido como Patronato ya encuentra ejemplos del cambio, «desde cómo gestionar algunas entradas a la tramoya aérea y hasta ahí es importante la visión de las mujeres porque hay que tener sensibilidad a los familiares de los niños».

Si esos son ejemplos del ahora mismo, Díez se siente muy optimista en lo que irá sucediendo en el futuro. «Es una sensibilidad que se traduce en todas las manifestaciones en el día a día de la fiesta, puede tener una visión diferente de cómo gestionar las relaciones con los niños, y en otros ámbitos como publicaciones y comisiones y se pueden difundir e investigar sobre otros temas que no se hayan puesto sobre la mesa».

Ruz destaca que es «es el momento en que la mujer se reivindique en la Festa, como ahora que tenemos a Teresa Botella, la primer vicepresidenta». El paso logrado con el nombramiento de Botella cree que es la señal inevitable de lo que está por venir, «podemos tener en el futuro una presidenta y será maravilloso y normal». Eso sí, puntualiza inmediatamente, «participando en la Festa las cosas están como están —e insiste—, no es exclusión sino coherencia con la función litúrgica».

La difusión de la Festa es el tema en el que ambos coinciden como un tema a trabajar. Los dos apuntan a una necesidad, recuperar a aquellos que vieron el Misteri y no han vuelto a hacerlo en años. «Hay mucha gente que no sabe que tiene dos partes o que están los ensayos generales», lamenta Díez. A Ruz  le «duele que un porcentaje muy elevado de la ciudad —demasiado elevado para mi punto de vista— no haya participado o no lo vea». Por eso recalcan la labor de difusión que hay que dar para seguir perpetuando una tranmisión que en muchos casos llegó por vía oral. «Es importante abrir la organización y acercarse más a la ciudadanía en general, no se reduce al patronato, és una festa del poble y como tal hay que entenderla», indica Díez. «La grandeza del Misteri es que cuanto más fiel a su esencia sea, mejor nos irá a todos. Falta que la gente se identifique más y establezca vínculos afectivos», concluye Ruz. 

* Lea más artículos completos en el número de agosto de la revista Plaza

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