LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

À Punt, o cuando la música vuelve a ser importante en nuestra televisión

17/06/2018 - 

VALÈNCIA. La música cuenta con un lugar privilegiado e la programación de À Punt. Tanto en la radio como en la televisión, los músicos locales gozan de una presencia posiblemente inédita hasta ahora. Un hecho que celebro tanto a nivel personal como profesional, no sólo por andar involucrado en un proyecto para la casa, sino porque, en una época poco propicia para la música, un medio público le cede espacio y lo hace, además, con convicción y alegría.

Hace millones, de años, en una era que hoy se me antoja como el pleistoceno, formé parte del equipo de Graffti un programa juvenil, con acento en la parte musical, que se grabó y emitió en Canal 9 entre 1990 y 1993. Aquellos también eran otros tiempos, en el mejor de los sentidos que puede dársele a la expresión. Los discos eran todavía un gran negocio y las compañías se gastaban dinero en promoción. Gracias a eso, tuvimos a Héroes del Silencio,  Los Sencillos o Fangoria haciendo playback en un plató por el cual también desfilaron grupos locales del momento como Rubber o Los Cangrejos. Los vídeoclips podían emitirse sin tener que contar los segundos debido al encarecimiento de los derechos de emisión. Y todavía había sitio para lo nuevo en un mundo que ahora se nos antojaría extremadamente viejo. Hacíamos lo que podíamos y estoy seguro de que, en su momento, ya fuese traer al estudio a Los Romeos o programas clips de Dinosaur Jr. o Happy Mondays de algo debió servir.

Músicas posibles

Estos recuerdos me asaltan al ver algunos de los programas musicales que ha comenzado a emitir À Punt. Cómo ha cambiado todo, qué bien ha cambiado. Buenos contenidos, estupenda factura. Dinamismo e imaginación. Ausencia total de complejos. Toda una realidad reflejada al fin en unos medios tan importantes como la televisión y la radio. Una satisfacción que trasciende a los contenidos musicales y culturales del canal, y que tiene mucho que ver con los que suponen. Durante mucho tiempo, los valencianos  nos hemos resignados a vivir una realidad que no nos representaba, a que se nos viera desde una perspectiva que no nos merecíamos. Fuimos actualidad por los motivos que todos sabemos, lo demás nunca trascendía, sólo el ruido infernal de los coches de Fórmula 1 recordándonos que esta era una ciudad boutique para unos cuantos privilegiados. El resto, material de derribo. Aprendimos a vivir con ese complejo, no sé si de culpa, intentando convencernos de que al final, los mausoleos Ciutat de les Arts i les Ciències acabarían sanando nuestra maltrecha dignidad. Nos acostumbramos a no querernos, o querernos mal entre desmanes políticos.

Músicos resistentes

Durante ese periodo nos resignamos también a que el talento local fuese ignorado en una ciudad incapacitada para presumir de otra cosa que no fuesen los dichosos grandes eventos. Durante años, los músicos locales existieron casi como una especie de resistencia, a veces condenados a crear e interpretar sólo para amigos y conocidos. El Carmen y Russafa fueron una especie de vivero artístico que parecía importar a unos pocos. Recuerdo las iniciativas del inagotable Nèstor Mir, los primeros coletazos del primo Landete al frente de Senior i el Cor Brutal, los raperos alzando sus voces contra el ZAL de La Punta.

La alegría de descubrir nuevas voces, y a la vez tan diversas, como las Pau Alabajos, Guillemka o Gilbertástico. Dwomo instalándose en la ciudad para contagiar con su entusiasmo a los músicos nativos, mezclándose con ellos en docenas de proyectos. Todo eso y mucho más ocurría entonces, diez años atrás pero era como si en realidad no estuviese pasando nada. Parece un  milagro que, en aquellas circunstancias de olvido y desprecio, la música siguiera sonando. Los sellos, las revistas, los conciertos. Todo parecía suceder al margen de, y sobre todo, a pesar de. Y yo, que siempre he tenido un pie fuera de aquí, me entristecía al constatar lo difícil que es contagiar el entusiasmo por aquello que ocurre en tu ciudad, en tu comunidad autónoma, cuando allí es un espejismo. Algo inexistente.

Músicas que forman parte de lo que somos

Estas reflexiones me siguen viniendo a la cabeza mientras voy leyendo en las redes sociales, comentarios de alegría y orgullos ante la programación de À Punt que ha ido dándose a conocer en los últimos días. La respuesta positiva y esperanzada ante una televisión hecha aquí,  contándonos en nuestra lengua lo que sucede aquí. La satisfacción de contemplar cómo, al fin, el talento local tiene una ventana para ser contemplado y apreciado. Después de años de desmanes en los que se homologaron algunos de los peores modelos de la peor televisión posible; después de un silencio forzado y humillante, ha comenzado una nueva era y, de nuevo, hay motivos para estar contento. Para estar orgulloso. La visibilidad es fundamental y los servicios públicos también son para eso, para divulgar la cultura. Y la música pop forma parte de ese concepto por derecho propio, porque explica e interpreta la realidad de una manera inmediata, con un alcance universal.

Y también los músicos

Ahora veo a los músicos valencianos participando en los programas de nuestra radio televisión pública, integrándose de diferentes maneras en el reflejo global de lo que somos. Respecto a los programas que ya conocemos, tenemos a Miquel Gil y Pep Botifarra conduciendo Bambant per casa y acercándonos a diversos rincones de nuestras comarcas El rapero Alberto Gambino intercambiando repertorio con Mireia Vives y Borja Penalba en L’estudi, un programa que derriba barreras musicales y fomenta un ejercicio tan importante para el arte como es el de la colaboración. Y desde las ondas radiofónicas de À Punt se puede visitar Territori Sonor  que de lunes a viernes ofrecen entrevistas, directos, reportajes y novedades. Un seguimiento a conciencia de todo lo que va ocurriendo en la actualidad musical de la Comunitat Valenciana, realizado con el tesón y el entusiasmo que siempre ha caracterizado a Amàlia Garrigós, el cual comparte ahora con su equipo de profesionales. En unos tiempos en los que la música parece condenada a ser un valor a la baja en los medios de comunicación generalistas, que una radiotelevisión pública le confiera protagonismo en su programación es algo digno de ser celebrado.

Han sido –no está claro que no lo sigan siendo- años nefastos para los profesionales vinculados a los sectores de la música y el periodismo. Si en Madrid o Barcelona las cosas se pusieron feas, no queráis imaginaros cómo ha sido en Alicante, Castellón o València. Que muchos compañeros –músicos, redactores, periodistas, realizadores- formen ahora parte de la reactivación  de nuestra radiotelevisión, también es una estupenda noticia. Una alegría que forma parte de ese enorme cambio positivo que está transformando a València después de muchos años de desesperación.


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