el muro / OPINIÓN

Poca sintonía

No se aclaran, pero se animan en esto del disparate pasajero y la multiplicación de actos, actividades e instituciones sin consultarse ni pensando en colaborar. Gestionar no es idealizar sino entender la realidad y el equilibrio.

12/08/2018 - 

Tres años lleva la Diputación de Valencia buscando un espacio con el que sustituir definitivamente y de forma estable la sala Escalante, abandonada a la carrera debido a sus problemas estructurales y el elevado coste de su rehabilitación. Un espacio privado en el que invertir millones públicos no era ni es lo más aconsejable, aunque después de tantos años algo de mantenimiento regular no hubiera ido nada mal. Sin embargo, y al margen de esas discusiones, aún no ha sido la diputada del ramo capaz de encontrar una solución. O es que quizás nadie le hace caso, o no hace lo suficiente para que le tomen en serio. Quizás no tenga suficiente poder ni peso. Ideas. Todo es posible. Pero ahí está la auténtica realidad.

Escribía a comienzos de esta legislatura que si algo era necesario, vital y básico en este nuevo tiempo que ya se nos está acabando, era encontrar o establecer sinergias institucionales y acotar y ordenar territorios, parcelas,  espacios y competencias.

Sin embargo, y como se ha visto, cada uno ha ido durante estos años a lo suyo como queriendo encontrarse a sí mismo y sin hacer demasiado caso a los demás. A veces da la impresión de que política y pactos convergentes con los mismos socios de gobierno son imposibles, pero no por ideales enfrentados sino por intereses particulares o de siglas.

No se piensa en el bien común ni en encontrar puntos de colaboración. Es aquello de lo mío es mío. Miren cómo están repartidas, por ejemplo, las competencias en materia cultural en el Ayuntamiento de Valencia -hasta tres concejalías se reparten el pastel y las subvenciones cuando no se hablan entre ellas- y entenderán porqué es imposible cualquier acuerdo más allá de la propia Plaza del Ayuntamiento. No vale la pena ni intentarlo, se dirán éstos de pactos que más bien parecen  repartos tan inexplicables como la alternancia en la propia cadena de mando de las propias consellerías.

Por ello, la Escalante lleva años sin rumbo fijo en su particular desierto por salas prestadas pero siempre con fecha de caducidad. Aquel proyecto pionero en España y que ha introducido a decenas de  miles de estudiantes en el universo de las bambalinas continúa perdido en su propio limbo. Y lo que continuará. Igual es que como proyecto en sí tampoco interese demasiado dentro de ese maremágnum en que se ha convertido la Diputación de Valencia y en la que cuesta entender quién es quién o a lo que se dedica.

Y es que en este territorio cada uno se ocupa y preocupa de su parcela y posesiones. Y eso que espacios públicos en la ciudad para poder albergar de forma estable la Escalante hay para dar y vender. Ahí está el Musical, las Naves, la Rambleta, la sala Matilde Salvador de La Nau o el Rialto.... Quedaría hasta la opción de alquilar, pero a bajo precio y nada de favores.

Por cierto, se nos quedaba fuera el Palau de les Arts cuya denominada sala Martín y Soler apenas tiene vida y su rentabilidad social y cultural es escasa, aunque nos sale por un pico. Sí ya sé lo que me dirán, que los protocolos para su uso exigen de unas condiciones y un presupuesto fijo difícil de afrontar. Carísimos cada vez que abre sus puertas. Pues entonces no sé para qué la construyeron y nos gastamos una millonada, butacas de piel incluidas. Nos queda ahora la iniciativa del Tinglado. Pero eso no se ve ni en el horizonte con unas elecciones pegadas a la espalda. Así que la temporada que viene de nuevo de prestado y en plan tour itinerante.  

Esto de las sinergias es algo que siempre me ha preocupado. Supone la equidad, el ahorro, el reparto de objetivos y competencias. Pero no. Aquí no funciona.  

Hace apenas unas semanas, para ser exactos a finales del pasado mes de julio, todos se volvieron locos en su afán propagandístico. A la misma hora y el mismo día convocaron numerosos actos públicos para grandes audiencias. Todos ellos se entorpecían consigo mismo y con lo privado provocando un caos mental de aúpa que ni los mass media lograron reflejar. Después algunos se quejaron de la ausencia de asistentes y repercusión mediática tras lo gastado. Todo menos planificar. Días después, la inauguración de varias exposiciones institucionales coincidían también a la misma hora e idéntica fecha. Es lo que les gusta: inaugurar para figurar.

Ocurrencias

El último de los ejemplos de exhibicionismo político del todo vale y cada uno va a lo suyo nos lo ha dado nuestro conseller de Educación y Cultura, Vicent Marzá. Dice que su departamento quiere asumir la Institució Alfons el Magnánim (IAM) que es de la Diputación de València o crear algo similar con rango autonómico. Lo suelta así. Marzá dice que su idea  es crear una institución de las letras valencianas. Supongo que las intenciones de nuestro conseller irán acompañadas de un buen proyecto, de momento desconocido. Crear otra institución así cómo así, pues que quieren que les diga. Todos creíamos tener una Biblioteca Valencia para tal  efecto, pero parece que no es suficiente. Y si me apuran hasta una Acadèmia de la Llengua y un Consell de Cultura.

Ahora viene lo bueno. Apenas días después, el propio alcalde de Valencia, Joan Ribó, que lleva ya casi una legislatura buscando contenidos para Sant Vicent de la Roqueta, le proponía al reciente inaugurado presidente de la corporación provincial, Toni Gaspar, el monumento como sede de su Magnànim, sí, la que quiere Marzá. ¿Lo entienden? Yo no. ¿No hablan entre ellos aunque gobiernen juntos?

En fin. Si al menos sirve para castrar todos los organismos públicos vinculados a esas decenas de instituciones locales, municipales, provinciales autonómicas y otros organismos que en sus ratos de ocio se dedican a publicar libros que apenas se divulgan ni se distribuyen, cantemos alabanzas. Nos ahorraremos un dineral y evitaremos llenar almacenes públicos con fondos editoriales que acaban saliendo a peso y precio de saldo en las librerías de lance pero han hecho felices a muchos gobernantes cargados de disparates.

Pues no existen asuntos a resolver antes de atender nuevas ocurrencias provocadas por el calor.

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