LA NAVE DE LOS LOCOS / OPINIÓN

Cásate con Casado

La derecha española busca a su líder sin la mediación de una dedazo. El PP se ha apuntado también al discutible recurso de las primarias. Una mujer y un joven ambicioso se disputan el poder. Ella, Soraya, representa la continuidad de la nada política que fue Rajoy; él, Pablo, quiere ser el Thatcher de Palencia. Ganará él, por supuesto 

16/07/2018 - 

A veces la vida nos depara alguna alegría inesperada. Cuando estábamos cariacontecidos por la posible marcha de CR a Turín, trágicamente confirmada días después, se conocía la noticia de que la señora De Cospedal había sido apeada de la carrera sucesoria en el partido de los conservadores. Pese a controlar la organización, fue incapaz de colocarse entre los dos primeros candidatos. La Generala, tal como le llaman sus numerosos enemigos, es experta en cosechar sueldos y derrotas. En su tierra forzó el cambio de la ley electoral para asegurarse la mayoría absoluta en unas elecciones, y ni por esas. Los castellano-manchegos tuvieron en cuenta los dolorosos recortes decididos por la señora De Cospedal, sólo superados por los de Artur Mas, y la manipulación informativa de su televisión pública regional, sólo comparable a la catalana TV3 y a la norcoreana del coqueto Kim Jong-un. 

Cuando supimos que la Generala había sido vencida, algunos no pudimos disimular nuestro alborozo. ¿Alguien podía imaginar a la señora De Cospedal compitiendo por la presidencia del Gobierno? ¿Alguien la ha visto, siquiera en un momento de debilidad humana, darle la mano a un obrero? ¡Nunca! La Generala no es Rita Barberá, desgraciadamente. De manera que con los votos de las señoras de la calle Serrano de Madrid difícilmente se puede conformar una mayoría para gobernar el país. 

Si la mayoría de compromisarios vota por Casado, la derecha estará en buenas manos. Esa tranquilidad nos llevará, un día de este verano, a arriar la bandera española de los balcones

Descansa en paz, María Dolores.

Nos quedan dos contendientes. A la izquierda Soraya Sáenz de Santamaría y a la derecha, muy a la derecha, Pablo Casado. 

Centrémonos en Soraya para dar paso después a Pablo.  

A Soraya sus enemigos más benignos le llaman la Menina (puede que el anciano venerable García-Margallo esté detrás de este mote injusto) y los más crueles la tildan de “socialdemócrata”, como ya hicieron con el exministro Cristóbal Montoro. Convendréis conmigo que es mucho más terrible que te llamen socialdemócrata que menina. La socialdemocracia se limita hoy a coleccionar los votos de las minorías, y de esta manera poco lejos puede llegar. En Europa tiene una presencia residual y en España será cuestión de tiempo, de relativamente poco tiempo, que siga ese camino. 

Soraya podría militar en el PSOE sin problemas

Los enemigos de Soraya no andan desencaminados cuando la acusan de ser socialdemócrata. Ella podría militar, sin problemas, en la zona templada del PSOE. De hecho, siendo portavoz del Gobierno, se llevó estupendamente con los medios de comunicación progresistas, a algunos de los cuales salvó de la quiebra facilitándoles  la renegociación de sus deudas con la banca. Por eso estos días siguen haciendo campaña a favor de ella. 

Soraya es como Rajoy pero sin barba y un metro menos de altura. Representa, con la excepción de la mejora de los datos macroeconómicos, el fracaso de una política lastrada por la corrupción y la ineficiencia, la política que llevo a término su jefe: una política inodora, incolora e insípida. Soraya significa prolongar la película aburrida que conocemos y que nos obligó a abandonar la sala. 

¿Y quién será, entonces, el futuro líder de los conservadores españoles? El ambicioso y joven Pablo Casado. 

Para empezar, Casado es un punki de la política nacional. Alguien que se declara católico y reconoce que va a misa los domingos es un elemento subversivo que el Sistema debería vigilar. Católico, monárquico y liberal (económico). ¡Ahí es nada! Por eso el adusto Aznar está tan satisfecho con quien fue una de sus criaturas. 

Yo iba a votar por Ciudadanos pero ante la incomparecencia del niño Albert, que se equivocó al creer que las encuestas le daban la presidencia, estoy pensando en pasarme al PP de Pablo. Las medidas que anuncia si gana —y que por supuesto no cumplirá— no están rebajadas con soda, como las de su contrincante. Casado exhibe mano dura contra los independentistas en Cataluña para preservar la unidad de España; defiende la familia tradicional; recela del aborto; urge a una rebaja de impuestos… Es la versión macho y palentina de nuestra añorada Margaret Thatcher.  

Pablo Casado, aspirante a liderar el PP, durante una entrevista en Valencia Plaza. Foto: KIKE TABERNER 

Casado lleva gafas y es bajito

He llegado hasta aquí para revelaros un secreto. Conocí en persona a Pablo aunque no crucé palabra con él. Fue el 20 de diciembre de 2015, día de elecciones generales. Yo me encontraba en el comedor privado del restaurante Barbacana, en la plaza de Santa Teresa en Ávila, circunscripción por la que se presentaba como diputado cunero. Casado estaba acompañado por un grupo de jóvenes de Nuevas Generaciones. Había dos niños también, hijos de algún comensal. Me llamó la atención que el político llevase gafas (nunca se las he visto en público) y su baja estatura. Entre sus comentarios oí como elogiaba la oratoria de Pablo Iglesias y el niño Albert. Al cabo de unas horas volví a verlo en el balcón de la sede de la calle Génova celebrando la victoria más triste de su partido, que esa noche perdió casi cuatro millones de votos y 63 escaños. 

A Casado sus enemigos le llaman el Tramposo por lo de su máster trucado. También lo decían de Adolfo Suárez, un arribista llegado de Ávila y sin bagaje intelectual. Como Suárez, Casado es ambicioso y tiene una buena planta. Ha sabido elegir el momento oportuno. Ahora o nunca. Los trenes sólo pasan una vez en la vida. Y él se ha subido. Si me hubiera aceptado en su equipo de campaña (ya lo intenté con Feijóo sin resultado) le habría propuesto el siguiente lema: “Cásate con Casado”. Oportuno tanto en la forma, fácilmente memorizable, como en el fondo. Teniendo en cuenta el perfil conservador de los que pueden votarle, qué mejor manera que ofrecerles un compromiso fiel y estable con el futuro líder. Nada de rolletes de una noche: una relación a largo plazo, en la salud y en la enfermedad, en los días buenos y en los malos. 

Si la mayoría de compromisarios vota por Casado, la derecha volverá a estar en buenas manos. La tranquilidad que da saber que has elegido a la persona adecuada nos llevará, un día del verano, a arriar la bandera de España de nuestros balcones. Ya no será necesaria. Pero si gana Soraya, ¡ay si gana Soraya!, al partido fundado por don Manuel Fraga le espera una larga travesía del desierto, y nadie le garantizará volver a la tierra prometida. 

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